“Yo crecí como un estadounidense cualquiera, porque un niño normal crece esperando ser feliz” dijo Norma Jeane Mortenson (1926-1962) cuando ya era conocida por todos como la sensual rubia tonta de Marilyn Monroe. Antes de ser Marilyn, vivió en diez casas de acogida diferentes y en un orfanato de Hollywood, pues era hija ilegítima no reconocida por su padre y fue abandonada por una madre cuyos problemas mentales paranoides le impidieron cuidar a su hija.
Pasó de pisar durante sus primeros años varias casas en Los Ángeles a alojarse en una casa de campo Inglaterra y a instalarse en la 444 East Fifty-Seventh Street de Nueva York. A México, puede que impulsada inconscientemente por el ADN de su madre biológica, Gladys Pearl Baker -que era de Perlas Negras , hizo varias escapadas. Una de ellas fue un viaje romántico a Acapulco. Durante otra época viajaba a ver a un novio que tenía en Chihuahua y, en numerosas ocasiones, cuando quería salir de fiesta y divertirse alejada de los focos del star system en el que estuvo enjaulada visitaba a Frank Sinatra en ciudad Juárez.
Si Marilyn viajó mucho, leyó incluso más. Se perdía entre páginas en las bibliotecas, en sus apartamentos y también en cualquier rincón que hubiera cerca durante sus descansos de los rodajes. Leía a James Joyce, a Walt Whitman, a Federico García Lorca, a Colette, Rafael Alberti, a Dorothy Parker, Oscar Wilde y también a filósofos como Platón o a Aristóteles.
Entre sus artistas favoritos se encontraban nombres como Picasso, Velázquez o Goya. Por este último sentía tanta admiración que incluso llegó a decir: “conozco a este hombre muy bien, tenemos los mismos sueños. He tenido los mismos sueños desde que era niña”.
Escuchaba jazz y a Ella Fitzgerald en bucle. Grabó 29 películas a lo largo de su intensa y corta vida, fundó su propia productora –Marilyn Monroe Productions- en 1954 y se rodeó de nombres como George Barris, Truman Capote, Debbie Reynolds, Jane Russell, Jack Lemmon, Joan Rivers o, aunque no llegó a ser su amigo cercano, con Albert Einstein. El científico era una de las pocas personalidades con las que Marilyn lograba entablar conversaciones largas. Tanto que incluso era frecuente escucharles bromear el uno con el otro.
“¿Qué dice, profesor, deberíamos casarnos y tener un hijo juntos? ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?”, le preguntó ella en una ocasión. El alemán, contestó: “Desafortunadamente, me temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y con su inteligencia”.
Pero Marilyn también escribía. Lo hacía en cuadernos, en agendas y en cualquier papel que se encontrara por el camino. Escribía poesía y, a veces por inquietud propia y otras por consejo de su psiquiatra, también desarrollaba textos en los que, a modo de diario, desplegaba sus pensamientos, a menudo embriagados por el dolor y la soledad, por la incertidumbre (“no hay que dar nada por seguro ni siquiera aquello que más te consuela, desdichada mujer. Quizá estás condenada a vivir para siempre”).
Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”
Tres fueron los matrimonios que contrajo: el agente de talentos Johnny Hyde, el jugador de béisbol Joe DiMaggio y el exitoso dramaturgo Arthur Miller. El primero le ayudó a formar parte de lo que terminaría siendo su mayor lamento, Hollywood. El segundo, envuelto en celos incontrolables, terminó dándole una paliza en un hotel. Y, con el último, vivió su peor etapa. Los abortos naturales y los fantasmas del pasado le dieron la mano a los del presente para envolverle en un camino depresivo, en el que los somníferos y el alcohol actuaron como su mejor vía de consolación.
Marilyn llegaba tarde a los ensayos, se maquillaba sin cesar entre descansos y por momentos parecía habitar otro universo. Lo que eran sospechas se confirmó cuando fue ingresada en un hospital psiquiátrico durante días por una gran ingesta de somníferos. Cuando salió de esta clínica, Marilyn, frente a la gran multitud de personas y medios de comunicación que le esperaban en las afueras, volvió a interpretar a Marilyn Monroe, sonriente.
Si pudiera ser otra persona y estar en otro lugar…”
Fue en esta última etapa, cuando estaba con Arthur Miller, la época en la que ella conoció al que llamaba El General. John F.Kennedy entró a formar parte de la vida de Marilyn. Era un romance secreto, pero a voces. Lo que nadie se esperaba era que también Robert, el hermano de John, sería otro de los hombres que pasarían por la vida de Marilyn. En los encuentros que tenían intercambiaban opiniones políticas con la actriz, hablaban de los siguientes pasos de sus agendas en el país y disputaban temas sobre los que, Marilyn a veces, tomaba notas.
Ella nunca se creyó ni bella ni inteligente. El cariño que le faltó de niña, tampoco lo tuvo de adulta. El público adoraba a la mujer que veía en pantallas y en entrevistas, pero no a la auténtica persona que se encontraba detrás de un personaje estereotipado e inflado por la opinión pública. Antes de caer en terrenos pantanosos, pero ya en medio de sus claroscuros mentales, hizo todo lo posible por cultivar la creatividad y su credibilidad artística. Se apuntó a clases de interpretación cuando ya era una estrella. Acudía tras sus largas jornadas de rodaje, por las noches. Leía sin cesar, estudiaba los guiones al detalle y, con inocencia, apuntaba las teorías de los Kennedy en su libreta para cultivar su mente inquieta.
Todos tenemos secretos, todos necesitamos estar solos”
En uno de sus viajes a México, en los que Marilyn Monroe se reunía con expatriados americanos comunistas, contó una de las conversaciones que tuvo un día sobre política con John F. Kennedy. Si antes esa rubia ya era una amenaza para los secretos de Estado, a partir de entonces comenzaría una auténtica batalla desconocida para ella que recoge ahora el documental de El misterio de Marilyn Monroe. Las cintas inéditas, disponible en Netflix.
Más de 600 entrevistas grabadas y otras 400 realizadas por el periodista Anthony Summers que recogen el testimonio del círculo más cercano de la actriz. Un relato que indaga en las causas de su muerte, que pone en tela de juicio su suicidio y señala, sin escondites, a los posibles responsables de su muerte.Incluso si se hubiera quitado la vida intencionadamente, probablemente parte de los culpables habrían sido los mismos. Cuando la ambulancia llegó a buscarla aquel mes de agosto de 1962, ¿estaba Marilyn todavía viva? ¿Dónde estaba Bobbie Kennedy ese día?
Al margen de teorías, conspiraciones y datos, la vida de Marilyn no solo fue difícil en su final. Porque desde su temprana infancia Marilyn demostró una fortaleza que enfrentaba la soledad y luchaba contra toda opresión.
Tenía más de 400 libros en su biblioteca. Protagonizó más de 29 películas. Fue de las primeras mujeres en fundar una productora y se codeó, siempre, con grandes intelectuales. Sí, Marilyn Monroe era tan tonta que hizo creer a todos que era tonta.