Cuando en la primera tarde de junio presiono el botón para iniciar la reunión en Google Meet, Alejandra Parejo (Mallorca, 1990) aparece al otro lado de la pantalla en cuestión de segundos, tan puntual como había mencionado en entrevistas anteriores que era. Parece muy natural, y se le ve risueña. Antes, mucho antes de entablar esta conversación, siento que ya nos conocemos desde hace tiempo, pero deseaba hablar con ella para saber si la mujer que se encuentra detrás de la autora, encarna la imagen que me he forjado de ella.
Me cuenta que se siente vinculada a una maternidad que nunca ha vivido en primera persona; pero sus palabras no me sorprenden. Basta con leer su segundo libro, Una madre (AdN, 2023), para darse cuenta de en Alejandra habita la maternidad de manera arraigada y que esta conexión es auténtica. Porque en las páginas de esta obra, Alejandra tiene la virtud de hacerte sentir Bruna, su protagonista, pero también posee la cualidad de lograr que empaticemos con Marion, María e, incluso y a pesar de la complejidad del personaje, con Encarna. Leerla es sinónimo de sentirse madre, hija, novia, exnovia y amiga. Es verse reflejada como mujer. Sentir una historia que puede ser la de Bruna, la de Alejandra, la tuya o la mía. Y tal vez, precisamente este, sea uno de los motivos que me llevan a indagar más a fondo en la autora. Esa necesidad innata de buscar en la literatura las resoluciones o explicaciones a todo lo que no sabemos expresar. Ver nuestra historia en la de las demás. “Es verdad que sin querer hay algo intuitivo en leer a mujeres. No es a conciencia, surge así con los temas que me interesan, supongo. Quizá tiene que ver con buscar respuestas en esas lecturas, en esas mujeres que o han vivido cosas parecidas a mí, las están viviendo o las van a vivir”, nos cuenta. Sí, a ella también le pasa.
Sin embargo, aunque la maternidad es el eje principal sobre el que pilota la trama de Una madre, la autora recorre otros muchos temas, cediéndonos la potestad de acompañarle en el planteamiento de otras cuestiones que plantea. El amor, los trastornos, la ansiedad. La juventud y la madurez. Los lugares que habitamos, y las máscaras que escogemos para hacerlo en función del entorno. “Me gusta mucho profundizar en la familia porque creo que se crean miniuniversos que funcionan paralelamente en otros espacios”.
De esta charla me llevo muchas cosas: comprobar que el reflejo de su espejo no está deformado, conocer las entrañas en las que habita Bruna, un poco de las que también vive Alejandra, un café pendiente, y un refrán que le decía su madre: “Entre la noche y el día no hay pared”. Advierte: es peligroso. Doy fe. Pasen y lean, la puerta se nuestra #CasadeBamba se abre hoy para recibir Alejandra Parejo.

¿Qué significa para ti la familia?
A nivel personal para mí la familia es muy importante. Quizá algo de esto tiene que ver con las expectativas que tengo de lo que es o debería de ser una familia o con que cuando era pequeña se decía que una familia como la mía era una familia desestructurada y estoy empeñada en construir y cuidar las relaciones que se crean dentro. No lo sé, pero sí creo que son vínculos que nos ayudan a comprender quiénes somos de una manera u otra. Hemos conocido el mundo desde allí, desde la mirada de nuestros familiares, desde sus creencias y valores. No quiero decir que tengamos que ser igual que ellos, pero me llama la atención la fuerza que tiene sobre nosotros.
¿Y cómo trasladas esa importancia a la literatura?
Me gusta mucho profundizar en la familia porque creo que se crean miniuniversos que funcionan paralelamente en otros espacios. Me interesan las máscaras que somos capaces de ponernos para encajar en la familia. Lo hacemos en muchos otros lugares, claro, pero me impacta cómo lo hacemos en la familia porque es un lugar en el que supuestamente deberíamos poder mostrarnos como somos, sin ser juzgados y, en muchas ocasiones, es todo lo contrario. Las dinámicas que existen fuera de la familia se acaban creando de una forma parecida, incluso con la misma intensidad y dureza, de puertas para adentro. Me impacta que sea así, supongo que por eso escribo y leo sobre la familia.
Llega un día en el que los hijos tenemos que levantar a nuestros padres del suelo. No estoy preparada. No todavía”
Una madre
¿Era tu idea principal en Una madre?
Tenía la idea de los cuidados en la cabeza todo el rato. Al nacer, hay una parte intrínseca que viene ya en nosotros que, aunque no somos conscientes, probablemente nos lleve en algún momento de nuestra vida a cuidar de nuestros padres. Podemos tener la suerte de que sea un familiar con salud, pero también existe la posibilidad de que haya una enfermedad y que entonces la vida dé un giro completo y tengamos que responsabilizarnos de los cuidados con todo lo que implica. Le daba vueltas a este tema y un día, hablando con un amigo, me pregunté qué pasaría si a mí no me hubieran cuidado tanto como lo han hecho mis padres. Si hubiera sido diferente, como en el caso de Bruna, no sé si sería capaz de entregarme.
¿En algún momento comenzaste una historia que no se enfocara hacia la familia?
Sentarme a escribir una novela que no fuera por ahí no, pero sí que es verdad que escribo textos más cortos y no siempre son sobre la familia. Sin embargo, todos los relatos o las dos novelas que he escrito sí que están enfocados en la familia.
Siento que estoy en el inicio de algo que espero que dure mucho”
Sí, como que siempre desembocas ahí. Hay algo detrás de todo esto… También me gustaría saber cómo sientes tu evolución del primer libro, Una familia normal, a este otro. ¿Cómo ha sido el progreso de Alejandra?
Respeto muchísimo el oficio y la literatura y siento que estoy muy al principio, aprendiendo todavía y aunque, bueno, supongo que no se deja de aprender nunca, siento que estoy en el inicio de algo que espero que dure mucho. Con Una familia normal (Temas de hoy, 2019) no comprendía muy bien el proceso creativo por el que suelo pasar cuando escribo una novela, supongo que eso hacía que tuviera algunas frustraciones y miedos. Muchos de ellos se han repetido con Una madre, pero me di cuenta de que ya había pasado por allí y que formaban parte del proceso. Creo que lo que más ha cambiado es mi forma de acercarme a la literatura, de observarla. Mis lecturas también han cambiado. La forma en la que leo, no sé. Todo eso me ha ayudado a aprender nuevas herramientas, a poner la mirada en otros lugares y creo que ese cambio de perspectiva me ha hecho darle más vueltas a todo lo que he decidido colocar en una Una madre. Sí, supongo que el progreso tiene que ver con la mirada y la intención, no sé, es difícil que yo misma vea esa evolución, pero creo que tiene que ver con eso.
¿Cuánto tiempo dedicaste a uno y al otro?
No tengo muy claro el tiempo exacto. El otro día estaba haciendo limpieza y me encontré un cuaderno mío con ideas y esquemas de Una madre en los que aparecía la edad o los rasgos físicos de Bruna. Eso no lo contaba como el proceso porque pensaba que ahí no había empezado todavía la historia, entonces me cuesta mucho pensar en unas fechas exactas. Sí que tengo la sensación de que a Una familia normal le dediqué algo más de un año, pero con Una madre me cuesta más definirlo porque el tiempo desde la pandemia me ha pasado rarísimo. Parece que todo sucedió antes del 2019 o ahora, pero digamos que con Una madre estuve, más o menos,desde la Navidad de 2019, que fue cuando empecé a darle vueltas a la idea.
Justo ahora que hablamos de esquemas, ¿cómo es tu proceso creativo?
La verdad es que con los dos ha sido parecido. Recuerdo que la idea de Una familia normal me vino cuando estaba en la cama. Fue curioso, no me suele pasar. Me meto en la cama y tardo muy poco en dormirme. Sin embargo, esa vez sí ocurrió. Con Una madre fue distinto, sucedió durante una conversación con un amigo. Estoy atenta a las historias que observo y siempre pienso: esto es una novela. A veces son ideas que no se quedan demasiado tiempo, pero de repente hay una en la que me quedo anclada, lo pienso bastante y en ese punto supongo que me doy cuenta de que es una historia que de verdad quiero contar y ya empiezo a bajar la estructura, a crear una línea del tiempo y a pensar cuál es el objetivo o de qué voy a querer hablar, intento ver a los personajes, buscar referencias. Es decir, no es algo que haga todo del tirón y super documentado, pero sí que lo voy anotando en cuadernos. Con Una madre tuve muchas dudas porque no he sido madre y tampoco he cuidado de mi madre ni tiene un trastorno bipolar. Eran muchas emociones por las que tenía que transitar el personaje, y yo también tenía que comprenderlas para poder escribir. Cuando ya tengo todo eso, me pongo a escribir cada día. Me levanto sobre las cinco o seis de la mañana, cuando todavía el mundo está un poco parado, y escribo unas horas. Después hay un momento en el que hago un parón cuando ya tengo el primer borrador. Me tomo un tiempo, descanso, a veces no me gusta y no quiero volver, después me reconcilio y vuelvo. Algo así.
Uno de los aspectos que más llaman la atención del libro es la disociación que siente Bruna con su infancia. Hay frases que tocan especialmente. Algunas como “ojalá sí pudiera elegir las cosas que sí quiero recordar” o, también subrayo: “la sensación de tener de tener el cuerpo apartado de mi cuerpo sin posibilidad de controlar nada de lo que me pasa”. ¿Qué hay de Bruna en Alejandra?
Pues destacaría la rumiación cuando algo le preocupa, o ese pensamiento que se acelera mucho. No hasta los niveles de Bruna —o solo a esos niveles en ocasiones complicadas—, pero sí me preocupo de más y entro en bucle. He tenido, y a veces todavía tengo, mucha ansiedad. Tengo que trabajar constantemente para que no me desborde. Mi madre me repite mucho: “deja de preocuparte y ocúpate cuando pase”. A veces no lo consigo, pero lo intento. Supongo que sí, esa parte de Bruna sin duda está en mí. He aprendido bastante a escuchar qué me quieren decir esos picos de ansiedad y a gestionarla, pero hay momentos en los que me puedo disociar un poco y tengo una sensación muy incómoda.
Me identifico un poco con Bruna porque hay capítulos de mi infancia que no recuerdo, o incluso que me los invento. ¿A ti te pasa?
Con mi infancia sí que me pasa. Hay muchos momentos en los que mi madre me dice que fuimos muy felices en esa etapa y yo recuerdo algunos de esos momentos, pero hay otras muchas cosas que me cuentan en casa que no, que se me han borrado y me entristece porque veo fotos de momentos felices y no logro entrar ahí. Eso me ha servido para llevarlo a otro lugar y colocar en Encarna el empeño de que Bruna recuerde su pasado, pero claro, en este caso muchos de esos recuerdos no pudieron suceder porque Encarna no estaba físicamente cerca de Bruna. En la novela nunca se sabe del todo si Bruna no las recuerda o realmente nunca sucedieron.
Esa sensación la he tenido leyendo, me cuestionaba todo el tiempo qué era real del relato de Encarna y qué no.
Sí, qué bien porque era mi intención. Quería que estuviera desdibujada la infancia y también los recuerdos, a pesar del empeño de Encarna.
Todos mis errores me han llevado a un lugar mejor”
Me ha gustado mucho también como juegas con la maternidad: Bruna con Encarna, Bruna con Íñigo, María también entra en juego… Está siempre presente el cuidado familiar, los miedos, ese síndrome del impostor que supongo que nos llega a todas al ser madres. ¿Cómo afrontas tú este tema? Porque todo esto tiene que venir de algo…
Suena raro, pero siento como si estuviera conectada o unida a una maternidad que nunca he tenido. Siempre que hay niños cerca estoy muy pendiente de ellos, he trabajado de niñera, tengo sobrinos, hijos de mis amigas. Es algo totalmente orgánico que nace sin que tenga que esforzarme para que suceda. No sé si por algo mío o algo que me ha dado el patriarcado, no lo sé, muchas veces me lo pregunto. ¿Es esto instinto? ¿Existe? Pero bueno, sí siento que desde muy pequeña quiero ser madre y eso me ha servido para observar a las que lo son. Afronto el tema con miedo y algo de incertidumbre tanto por saber si lo seré algún día como por si no sé hacerlo bien el día que llegue.
Te asusta.
Para mí tener un hijo implica tanta responsabilidad que me da mucho miedo, sí. Me pregunto: ¿seré capaz? ¿Podré implicarme tanto? Pues probablemente me equivocaré y mis hijos acabarán yendo a terapia diciéndome lo pesada que soy con ordenar la casa o la puntualidad. A saber. La responsabilidad que implica la maternidad me abruma, pero a la vez es algo que quiero vivir.
Bueno, equivocarse es parte del camino también.
Todos mis errores me han llevado a un lugar mejor. Suena a autoayuda, pero de verdad que cada error, incluso cosas que han sucedido en mi vida que no es que yo me equivocara sino que la circunstancia era la que era, me han llevado a un lugar mejor. No me han pasado grandes desgracias, claro, pero sí he tenido etapas difíciles y tristes, y con perspectiva veo que me han impulsado a otros sitios y muchos de ellos mejores.

Cualquiera que no te haya seguido de cerca podría pensar que tú ya tienes hijos… Al menos a mí me ha sucedido hasta que he investigado más profundamente. Te vemos en redes sociales muy cercana a niños y se nota ese vínculo que tienes con ellos.
Una de las primeras cosas que me preguntó mi editor, Fernando, fue que si tenía hijos. Dije que no, claro. Entonces le sorprendió todavía más el manuscrito. Me lo comentan mucho. Me preguntan mucho que cómo puedo escribir Una madre sin haber tenido hijos. A mí no me parece muy sorprendente. Anda que no hay otras cosas escritas de temas mucho más complicados y la gente no los ha vivido.
He visto que en el libro aparece La campana de cristal, de Sylvia Plath, varias veces mencionado y que tú también te lo has leído. Ahora que nosotras hemos editado también una de las biografías más completas sobre la poeta, me gustaría saber por qué reflejas a Plath en esta obra.
Lo primero que llama la atención es la “violencia” que sufrió por el momento que le tocó vivir. Las mujeres no tenían su lugar y su espacio en ningún sitio. Ni en la familia, ni en lo personal ni en lo laboral y menos en el mundo editorial, y supongo que su enfermedad tuvo que ver con todo eso. La campana de cristal me parece un libro con mucho peso, muy profundo, pero a la vez trata con cierta ligereza el trastorno que tiene, lo coloca en la vida como de verdad suelen suceder estas circunstancias en el día a día. Hay momentos de depresión, de ansiedad, maníacos cuando hay un trastorno bipolar que pasan mucho más desapercibidos de lo que la gente cree, y creo que ella consigue narrarlos de una manera consistente, pero sin adornos. A veces no nos damos cuenta de que está sucediendo algo muy grave porque lo que vemos desde fuera no tiene nada que ver con lo que sucede en las cabezas de la gente. Las señales están, pero creo que se comprenden después. Veo eso reflejado en el libro. Me impactó mucho su historia.
Y comparando aquel momento con el presente, ¿dirías que a día de hoy las mujeres sí que están más representadas? ¿Cómo te has sentido tú como mujer en el mundo de la literatura?
Yo me he sentido muy bien. Si comparamos mi situación con cómo estaba el mundo en general en el mundo editorial en la época de Sylvia, pues evidentemente yo soy una privilegiada. Aún así, no creo que todavía tengamos nuestro lugar del todo y falta mucho camino por recorrer. Cuando publiqué Una familia normal me preguntaban sobre “la moda de las mujeres que publican”. En esos momentos me sentía incómoda. Ya me da igual. Creo que he tenido dos grandes oportunidades y siempre me he sentido muy arropada.
Entre tus lecturas he visto también a Annie Ernaux, a Milena Busquets, a Sara Mesa, a Irene Solá… ¿Cuáles son tus referentes? ¿Son todos mujeres?
Muchas las acabas de nombrar. Es verdad que sin querer hay algo intuitivo en elegir mujeres. No es a conciencia, surge así con los temas que me interesan, supongo. Quizá tiene que ver con buscar respuestas en esas lecturas, en esas mujeres que o han vivido cosas parecidas a mí, las están viviendo o las van a vivir. Hace poco leí El acontecimiento de Annie Ernaux. Además de las que has dicho me gusta mucho Vivian Gornick, me encanta Clarice Lispector. Acabo de terminar unas páginas de Material de construcción (Random House, 2023), de Eider Rodríguez. Sí, sin querer son todas mujeres.
Creo que lo que comentas es un sentimiento compartido. Vivimos situaciones parecidas y en estas páginas nos vemos todas reflejadas. Digo páginas, porque soy muy analógica y leo todo en papel siempre.
Sí, yo también, del Kindle me molesta no poder volver atrás, y tengo aquí uno, ¿eh? Pero no es una cuestión romántica de las páginas de papel, es que no estoy acostumbrada.
Las dos somos ochomesinas. Yo digo que por eso nací con prisa, y voy siempre acelerada a todas partes y tengo todo muy agendado. Me gustaría saber si a ti te pasa o si tienes algún tipo de ritual en tu día a día.
Yo igual. Soy una maniática de la puntualidad, de hecho llego antes a los sitios, como al mundo. También soy un poco obsesiva del orden, algo impaciente. No sé si tiene que ver con haber nacido antes de tiempo, pero suelo pensar que sí. En mi día a día tengo muchos rituales. Tener las cosas bajo control disminuye mi ansiedad, aunque eso es un arma de doble filo. Un ritual, por ejemplo, es desayunar siempre lo mismo y sin prisa porque odio correr. Quiero hacer las cosas tranquila, en la prisa me muevo mal. Si tengo que salir corriendo de un sitio probablemente me deje todo.
Ojalá tener la oportunidad de bajar uno de mis libros a guion”
Ahora que hablamos de tiempo libre, de despertarse antes para desayunar y de rituales. ¿Qué hace Alejandra Parejo en su tiempo libre?
Cosas sencillas, la verdad. Me gusta ir a unas rocas que tengo al lado de casa, delante del mar, con un libro. También disfruto mucho estar en mi casa tranquila, leyendo o viendo una película, ir la cine y estar con las personas que quiero.
¿Te has propuesto algún propósito a corto o largo plazo que te gustaría cumplir?
En lo profesional me gustaría seguir escribiendo, bajar una idea de novela que tengo en mente, y no abandonar, que a veces es difícil porque las circunstancias no son siempre las ideales. También me gustaría mucho escribir un guion, rodar una película. Me encanta el cine, ojalá tener la oportunidad de bajar uno de mis libros a guion o entrar en algún proyecto para aprender este oficio.