Tiene melena larga y, al igual que sus cejas, se encuentra bañada en naranja vibrante (casi rojizo), que es el color que siempre denota a cualquier alarma. Podría ser una metáfora magnífica de lo que sucede cuando, al hacer scroll en Instagram, te encuentras su cuenta, la de Eugenia Tenenbaum.
Logra encender esa misma alarma que indica el camino que te lleva a abrir alguna de sus fotografías, leer sus copies y entrar en su perfil. Un perfil, también, cargado de avisos que emplean el arte y la perspectiva de género como arma de concienciación colectiva. Porque Eugenia es divulgadora, pero antes de saber que lo era fue una de las muchas gallegas que dejaron la terriña compostelana para estudiar en Madrid, como dice ella, “a morro torcido” y que, finalmente, echaron raíces en la capital. Allí le gusta pasear con la cámara, quedar con amigas o hacer maratones de series y películas con su novia. Si la economía lo permite -porque ella es su propia jefa-, también adora viajar.
Y aunque en su vocabulario todavía continúa la palabra “panchada”, con el paso de los años su diccionario ha ido ampliando términos que la han llevado a sumar hoy más de 80 mil seguidores en Instagram e, incluso, a escribir un libro, La mirada inquieta, un viaje crítico por la historia Arte y “los vacíos que presenta en cuestiones de género, etnia y clase”.
En Bamba contactamos con Eugenia para hablar sobre su recorrido, inquietudes y el momento en el que se encuentra ahora mismo, tras presentar esta obra. Dice que tiene miedo e incertidumbre y que está pasando una época rarísima en su vida. Pero nadie dijo que lo raro fuera malo. Dejamos que nos lo cuente…
Ambas somos gallegas y sabemos que en los libros de texto de la infancia las dos únicas figuras que aparecen son Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán. Más allá del colegio, ¿cómo fue educada Eugenia Tenenbaum?
Tuve la suerte de ser educada por tres mujeres muy diferentes entre sí, tanto en carácter como en estilo de vida, que creo que plantaron la semilla de que no hay un camino pautado para mí, que puedo escoger el que más se ajuste a mis inquietudes. Estas tres mujeres son mi madre, mi abuela y mi tía-abuela: una madre soltera (mi madre), una ama de casa (mi abuela) y una mujer que ni se casó, ni tuvo descendencia (mi tía abuela). También soy muy afortunada en este sentido, porque no necesité buscar referentes fuera de casa, era consciente de que los tenía dentro; son mujeres anónimas, pero a mí me han cambiado la vida las tres. La contrapartida negativa de esto es que, por desgracia, conozco muy poco la historia de las mujeres gallegas, sigue siendo una investigación pendiente.
Eres divulgadora y has publicado La mirada inquieta. ¿A qué desafíos se enfrenta una mujer para poder publicar? ¿Cómo fue tu proceso?
En mi caso, el mayor desafío al que me enfrenté fue a mí misma. Escribir el libro fue un proceso durísimo a nivel interno porque no paraba de autoboicotearme y decirme cosas horribles, me daba pánico sentarme a escribir y posponía ese momento todo lo posible porque no consideraba que nada que volcase en el manuscrito tenía valor o era suficiente, así que estar dos años (los últimos tres meses fueron los peores) con esa cantinela en la cabeza a una la deja agotada. Fue muy desesperante saber que tenía entre manos una oportunidad de oro y que no estaba siendo capaz de disfrutarla.
Nunca me imaginé que acabaría escribiendo un libro”
¿Cómo definirías tú el libro?
Lo concibo como una confrontación entre el discurso tradicional de la Historia del Arte y los vacíos que presenta en cuestiones de género, etnia y clase, con un tono adaptado para que sea accesible para todo el mundo, independientemente de su formación, y que les permita visitar un museo, una exposición o leer un libro sobre arte contando con unas bases sobre las que construir una mirada tan crítica como propia.
Como historiadora del arte, cuéntanos, ¿en qué momento te aventuraste a escribir?
Siempre me ha gustado escribir y es algo que hago desde que soy pequeña de manera más o menos ininterrumpida, así que más que una “aventura” lo concibo como un “estado natural”, algo que tanto mi cuerpo como mi cabeza suelen necesitar. Durante mi adolescencia tuve varios blogs en los que subía textos, fotos y reflexiones, supongo que ahí es donde nació la costumbre de expresarme a través de redes sociales, no solo en cuadernos, y debido a ello para mí fue también natural empezar a compartir mis inquietudes relacionadas con la historia del arte a medida que me iba formando tanto dentro de la carrera como fuera de ella. Lo que sí es cierto es que nunca imaginé que acabaría escribiendo un libro. Me parecía algo demasiado complicado y demasiado serio como para considerarlo incluso un deseo o meta a largo plazo.
No creo que todas partamos de la misma base y, por tanto, no creo que todas nos enfrentemos a los mismos retos”
¿A qué retos se enfrenta una mujer en la literatura?
Depende mucho de la mujer, no creo que todas partamos de la misma base y, por tanto, no creo que todas nos enfrentemos a los mismos retos. Sí creo que compartimos una desventaja común, ser mujeres, pero tu situación socioeconómica, tu color de piel, incluso tu aspecto físico, son variables que pueden facilitar o dificultar tu acceso a la literatura, al circuito literario o al mundo editorial. Todavía a día de hoy a las mujeres se nos sigue juzgando más por lo que somos (o por lo que parecemos) que por lo que hacemos, así que supongo que ese es uno de los grandes retos: hacer valer lo que haces por encima de lo que la sociedad establece que eres.
¿Qué significa Patreon para ti?
Una de las mayores sorpresas que me han dado las redes sociales, sin duda alguna. Recuerdo que cuando lo abrí en septiembre de 2020 cruzaba los dedos pensando “ojalá gracias a esto pueda pagarme el abono de transporte”, que por aquel entonces me costaba 20 euros, y a día de hoy es una de mis fuentes principales de ingresos. Desde que empezó el año he podido dedicarle menos tiempo del que me gustaría, pero lo concibo como un espacio en el cual puedo explayarme sobre los temas y artistas que me interesan con total libertad, sin limitación de caracteres y sin un algoritmo que me penalice por emplear determinadas palabras o tocar determinadas cuestiones.
Has hablado en alguna ocasión de tus referentes literarias. ¿Podrías decirnos un libro que te haya marcado especialmente? Por la etapa en la que te encontrabas, el conocimiento que adquiriste…
Siempre me cuesta mucho escoger un único título porque siento que he leído muchos libros que me han marcado, pero si tuviera que recomendar algunos, me quedaría con Cómo acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ en ensayo, Tea Rooms: Mujeres Obreras de Luisa Carnés en narrativa y Juegos de inteligencia de Rosario Castellanos en poesía. Estos son mis tres pilares literarios, aunque este año entró en mi vida Sara Torres a través de su novela Lo que hay y creo que tendré que añadir una cuarta columna al templo.
Como divulgadora, has creado una profesión alrededor de las redes sociales, ¿cómo lo gestionas?
Depende mucho del momento. La escritura del libro y su promoción me han tenido muy apartada de redes, y es algo que he notado a la hora de volver: menos soltura, más vergüenza y, en líneas generales, mayor sensación de exposición y vulnerabilidad. Volver a retomar el ritmo me está resultando mucho más complicado de lo que pensaba en un principio, es curiosa la facilidad que tenemos para perder hábitos que antes formaban parte de nuestro día a día. En un sentido más profesional, trabajar con y en redes sociales da muchísimo vértigo, porque al final no todo depende de la calidad de tu trabajo o de tu profesionalidad, también de las condiciones y los ritmos que imponen las redes sociales en las que trabajas. Es una incertidumbre constante con la que a veces es complicado lidiar, porque la cuota de autónoma tienes que pagarla todos los meses, independientemente de que trabajes más o menos, o de que la plataforma te dé mayor o menor visibilidad.
Me ha ayudado mucho poner en tela de juicio todo lo que sé”
¿Cómo se ha deconstruido Eugenia?
Con mucha paciencia, mucha reflexión, mucha conversación y mucha autocrítica. Todavía estoy en ello, y me queda un largo camino por delante (¡toda la vida!). Creo que una nunca deja de deconstruirse y, por ello, es siempre necesario repensarse. A mí me ha ayudado mucho poner en tela de juicio todo lo que sé y todo lo que aprendo, aunque sea agotador, y también reconciliarme con los cambios de opinión, incluso cuando son radicales: cambiar de opinión implica que has seguido aprendiendo y que has seguido cuestionando(te), por eso creo que las opiniones deberían tener fecha de caducidad, a no ser que se demuestre lo contrario. Por desgracia, creo que somos muy dadas a juzgar los cambios de opinión como incoherencias, como si fuese algo malo ser incoherente, y no lo más natural del mundo. A veces recuerdo las cosas que pensaba hace cinco años, o incluso hace dos, y me espanto; pero al mismo tiempo me alegro, porque sé que ese espanto proviene de una inquietud que he seguido alimentando hasta que me ha llevado a otro sitio muy distinto del que partía.
¿Dirías que te ha cambiado la vida de Galicia a Madrid? ¿Cuánto tiempo llevas en la capital?
Por supuesto que me ha cambiado la vida. Tanto, de hecho, que a veces cuando pienso en mi “yo” de hace siete años, cuando llegué a Madrid, me parezco una persona totalmente diferente a quien soy ahora. Siento que he vivido ochenta vidas desde entonces. Me he formado como feminista, como historiadora del arte, he conseguido hacer amigas a las que quiero hasta la médula y que me quieren también (y me quieren bien, que es lo más importante), he formado una comunidad virtual por la que me siento acogida, y estoy trabajando de lo que descubrí por el camino que es mi pasión. Si me lo hubieran contado antes de venirme, no me lo habría creído. No todo ha sido bonito, desde luego, al final me fui de Galicia escapando de muchas cosas que me hacían daño y eso siempre pasa factura, pero llegué a Madrid con el morro torcido porque no me gustaba la ciudad aunque sabía que era el mejor sitio para estudiar lo que quería, y ahora me sorprendo a mí misma descubriendo que he echado raíces que me hacen sentir bien.
¿Cómo está Eugenia Tenenbaum ahora?
Todavía recuperándome de un año tan complicado como bonito, intentando poner orden en mi vida, en mi trabajo y en mi cabeza sin perderla por el camino. Con mucho miedo e incertidumbre, pero también con mucha ilusión. Vamos, que está siendo una época rarísima de mi vida a la que no sé muy bien cómo enfrentarme.
¿Algún proyecto que nos puedas aventurar?
Ojalá, pero lo único que puedo decir es que, si todo sale bien, alrededor de abril de 2023 verá la luz un proyecto que estoy cogiendo con mucha ilusión (y también con mucho miedo). Por lo demás, mi intención es volver a hacer lo que hacía antes de encerrarme a escribir el librito: divulgar en redes, escribir en Patreon, planear algún taller virtual (tengo aparcado desde hace más de un año uno sobre la pintura del siglo XIX desde una perspectiva de género) y quizás retomar alguna actividad presencial, como visitas guiadas.