Rituales cotidianos: cinco artistas y su proceso creativo

rituales cotidianos

 

Joan Didion desayunaba Coca-Cola y Lee Krasner  se levantaba antes de las cinco de la mañana. Estas y otras ceremonias clandestinas – e ideas –son algunas de las rutinas que se revelan en el libro Rituales Cotidianos: las artistas en acción.

“Entre el proyecto y la vida, tengo claro qué gana” – Susan Sontag

El diccionario de la RAE describe ritual como un acto que se desarrolla de forma solemne y ceremoniosa. Algo parecido a un rito. Aunque en los últimos años este concepto sea asociado más a la rutina y productividad, lo que revela su etimología es que su origen parte de un lugar más espiritual, casi místico. Quizás por eso el escritor Mason Currey, tras estudiar cómo desarrollaban habitualmente sus tareas 158 creadoras esenciales, lo escogió. Porque la práctica, costumbre, o repetición nada tienen en común con el día a día de Marguerite Duras, Alice Walker, Patti Smith, Joan Mitchell o Colette. Los epígrafes que abrazan el libro Hastío y sufrimiento o Una vida anormal evidencian que para la mayoría de estas artistas conciliar su trabajo creativo con las exigencias del día a día, era extremadamente complejo y laberíntico. Combinaban una ética de trabajo fanática con estrategias para armonizar sus obligaciones y especialmente, combatir estigmas. Cuando te asomas por las costumbres íntimas de todas ellas, no puedes evitar preguntarte como hizo Colette sobre George Sand: “¿Y cómo demonios lo consiguió? Rituales cotidianos (Turner, 2021) no ofrece respuestas concretas ni conclusiones; corrobora que no existe una ley universal. Escritoras, escultoras o guionistas, más que el arte se escribe cuando quiere, el arte se escribe como una quiere.

zadie smith
Zadie Smith para la revista Elle

Determinación obstinada

Zadie Smith

“Creo que deberíamos sentir una especie de urgencia que nos empuje a hacer algo. De lo contrario, cuando lean obra, no sentirán ninguna pasión. Es por eso que no escribo a no ser que realmente sienta una necesidad de hacerlo”

A los 24 años la autora británica Zadie Smith dilapidó el estricto sector editorial con su debut  Dientes Blancos, admite tener una mente muy caótica. Necesita estructura y una cierta paz para poder descansar sobre el papel. Señala por eso como enemigo cualquier distracción enmascarada de entretenimiento. No duda en demonizar en cualquier ocasión casi todo aquello que puede desembocar en evasión. Contraria a las redes sociales, tildadas por la escritora como “un invento de un niño rarito de Harvard”, es amiga de aplicaciones que bloquean anuncios, como SelfControl, para no dejar su flujo creativo sólo en manos de la fuerza de voluntad. O mejor, directamente escribir en un ordenador sin conexión a internet. Pero para Smith no sólo hay que abandonar todo lo que no sea la escritura cuando se está inmersa en el acto creativo, sino también hay que saber mantener un espacio personal, incluso si quiere decir mantener a tus seres queridos alejados de él. Como norma, una vez la pieza está acabada, deja un margen largo de tiempo para editarla y revisitarla con nuevos ojos.

Lee Krasner
Lee Krasner en su estudio

Lee Krasner

“Si me encuentro en un momento en el que no puedo pintar, espero. Creo que debemos escuchar a nuestros ciclos”

La pintora del expresionismo abstracto que hizo cuestionarse a los estrictos críticos de arte si sus cuadros los había pintado una mujer, era además artista de mañanas. La complicada convivencia con su marido Jason Pollock no le dejaba el tiempo suficiente para experimentar con sus enormes lienzos todo lo que necesitaba, así que era en esas primeras horas del día, cuando la casa todavía estaba en silencio, el momento que aprovechaba para no mirar el reloj. Destacaba la disciplina como una de sus virtudes, sabía entregarse de lleno en sus proyectos, aislarse y trabajar sin descanso. “En el momento en el que me implico en mi arte digo no a cualquier evento social y sigo un ritmo totalmente neurótico”. Aunque sus inicios los experimentó en Nueva York, abogaba por una rutina alejada de la metrópolis y creó sus mejores obras instalada en Springs, un pequeño pueblo de Long Island. Siempre ansiosa por pintar, prefería mantenerse activa a disfrutar de largos periodos de descanso.

Nina Simone

“La gente venía a verme porque sabía que actuaba al borde del precipicio”

            La Sacerdotisa del Soul nunca ocultó ser una artista de ritos, tanto dentro como fuera del escenario. Incluso en su autobiografía, la cantante de I put a spell on you comparó sus mejores actuaciones con una exhibición taurina. Cuando salía a tocar, se convertía en un ser extremadamente sensible al público, y antes de hacerlo se preparaba emocionalmente para quedarse vacía e impregnarse de él. Aprendió a prepararse minuciosamente, y antes de cada concierto, deambulaba por el auditorio de esa noche para analizar lo cerca que estaría el público de ella y su distancia con los de la última fila. La posición de las luces, los micrófonos: todo corría por su escrutinio para poder hipnotizar con sus canciones en una perfecta atmósfera. Ni siquiera permitía a su banda aprenderse el setlist hasta el último minuto. Pero aunque cuando cantaba se dejaba impactar por las emociones, antes de un concierto importante, la “voz del jazz Nina Simone”, practicaba a solas durante largas horas seguidas. A veces, tocaba el piano tanto tiempo hasta que los brazos quedaban completamente agarrotados. También se aseguraba de que su banda estuviera severamente preparada, y se encargaba de ensayar con rigurosidad hasta el más mínimo detalle de su espectáculo. Incluso con toda esa preparación, Simone convertía sus actuaciones en algo único y sublime, porque “lo que ocurre bajo las luces proviene sencillamente de Dios.

Elena Ferrante

“Escribo sólo cuando tengo ganas”

        Nadie sabe quién es Elena Ferrante y aun así – o por eso – es probablemente la escritora sobre la que más se ha hablado este pasado año. Creadora de la exitosa saga Dos amigas, sus editores procuran mantener un silencio absoluto sobre su identidad. Ni siquiera hay certeza sobre su sexo y hay incluso quien sospecha que es un hombre. La mayoría de los críticos la saludan como la nueva Elsa Morante, una voz extraordinaria que ha dado un vuelco a la narrativa de los últimos años. Su éxito entre la crítica y el público se refleja en periódicos y revistas de la talla de The New York Times o The Paris Review y, aunque la mayoría de datos apuntan a la traductora Anita Raja como la mujer tras el nombre de moda, el hermetismo alrededor de la autora nos lleva a planearnos incluso si existe. Aunque es obvio que la italiana prefiere dejar interrogantes abiertos sobre asuntos personales, en alguna ocasión sí ha dado pistas sobre sus rituales de escritura. Aunque afirma “no tener costumbres” cuando lo hace no sigue ningún horario fijo: lo hace sin parar, en todas partes, a cualquier hora del día y de la noche. Lo único que necesita es un pequeño rincón y algo de intimidad para poder trabajar. También, espera la la llamada de las musas, porque si no aparecen “no hay rito propiciatorio capaz de ayudarme”.

Agnes varda
Agnès Varda

Agnès Varda

“Los momentos inesperados son los que me llevan a crear”

     La directora de Cleo de 5 a 7 y sacerdotisa por excelencia de la nouvelle vague francesa  Agnès Varda siempre que era preguntada por la inspiración se reía en la cara de las musas. Que la creatividad aparezca en el momento justo no depende de fuerzas divinas, sino en mantenerse presente y con los ojos abiertos en la cotidianidad. Es ahí: en los objetos, en los hallazgos fortuitos, en los encuentros inesperados, o en el acto íntimo de prepararse el desayuno cuando puedes asociar libremente y dejarte llevar por recuerdos y ensoñaciones. En cuanto la idea llegaba, filmaba tan pronto como podía – fruto de ese frenetismo es su película La felicidad, escrita en sólo tres días – y hacía de las limitaciones su aliada. Incluso cuando le propusieron rodar justo después de dar a luz a su segundo hijo, consciente del peso y las dificultades, decidió crear el ambiente propicio no decir que no y grabar todas las tomas sin salir de plató. “Me dije a mí misma que era un buen ejemplo de la creatividad de las mujeres, siempre un poco atrapadas y asfixiadas por culpa de la casa y la maternidad”.

joan didion
Joan Didion

Joan Didion

“Lo más importante que necesito es tener una hora a solas antes de cenar para repasar lo que he escrito durante el día acompañada de una copa”

     El manual creativo de Joan Didion debería venir con preaviso. Los firmes rituales que sigue este icono del Nuevo Periodismo son tan personales como excéntricos: desde dormir con los manuscritos hasta dejarlos reposar en la nevera, a convivir con una de las asesinas de Sharon Tate o infiltrarse en el conflicto de los misiles de Cuba. Joan Didion siempre dice sí a todo para firmar una buena historia. De carácter frío y excepcionalmente analítica, una escritora como ella no podía sino tener, aunque pocos, rituales firmes, pocos convencionales, que sólo pueden aplicarse a ella. Para despertar cada mañana una coca-cola de las clásicas y nada de desayuno: sólo las teclas de su máquina de escribir y unas almendras como acompañamiento para engañar al estómago y no levantarse del escritorio hasta sentir que ha escrito algo digno. Antes de acostarse se sirve una copa para editar sus textos porque “le permite distanciarse de las páginas”. Añade y rehace para comenzar el día siguiente con todo resuelto, sin ningún mal párrafo.

Marisol Escobar
Marisol Escobar

Marisol Escobar

“Yo no pienso mucho, y precisamente cuando no pienso me viene la inspiración”

    Marisol Escobar a los 11 años prometió que no volvería a pronunciar palabra. El suicidio de la madre de una de las escultoras vanguardista más internacionales que ha dado Venezuela, la marcó personalmente y la impulsó en lo profesional. Un hábito que mantuvo incluso cuando se convirtió en una de las chicas predilectas de la Factoria de Andy Warhol. “El silencio se había convertido en un hábito tal que realmente no tenía nada que decir a nadie” se excusaba ante la élite neoyorkina. Su fama de chica it en las revistas, la propia naturaleza de su nombre, y el exotismo de sus esculturas, la convirtieron en un icono del Pop Art. Marisol era ave nocturna y prefería desayunar al mediodía sus indispensables huevos con jamón para después repasar las páginas amarillas en busca de algún anuncio de objetos extraños. De estos accesorios bizarros – lámparas de pino, cabezas de perro disecadas, clavos oxidados – partía para elaborar sus collages escultóricos. Diariamente trabajaba en su taller de Murray Hill, un espacio ubicado en la parte baja de Broadway, donde permanecía, si no era interrumpida por algún acontecimiento social al que asistía escoltada por Warhol, según ella para “desconectar” hasta altas horas. Nunca se consideró un mito, y afirmaba que no entendía ni le importaba toda la fascinación que despertaba. Martilleaba, cincelaba, pulía, y creaba, siguiendo su instinto y escuchando y dialogando con las voces que sólo ella comprendía.


Por |Raquel Bada

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Raquel Bada
Con libros cerca del mar. Directora de Bamba Editorial.