“Te deseo, amor, de la mañana a la noche”: las cartas de María Casares a Albert Camus

Las cartas de Albert Camus y María Casares. Albert Camus y María Casares.

Era 19 de marzo de 1944 y el escritor Albert Camus, que tenía 30 años, conocía a la actriz María Casares, de 21, en casa del escritor Michel Leiris. Él estaba casado con Francine Faure, pero vivía solo en París, ella acababa de desembarcar en la capital francesa como exiliada tras el golpe franquista de 1936 en España. Aquella noche el flechazo fue inmediato y, como dicen que las mejores historias de amor se cocinan a fuego lento, tuvieron que pasar tres meses hasta que, el 6 de junio de ese mismo año, ambos comenzaron a ser amantes. Pero el destino es caprichoso y, aún a pesar de que la vida jamás favoreció una convivencia espacio-temporal prolongada, terminó sorprendiéndoles, eso sí, con encuentros casuales e inesperados en diferentes en ocasiones. Sin embargo, apenas los necesitaron, porque la suya es una de esas historias mágicas que parecen irreales. Una especie de ensueño añorado que parece utopía. Una envidiable, pero no tan deseada, narrativa.

Fueron 15 años los que Camus y Casares intercambiaron cartas. Hasta que él falleció, la suma alcanzó, nada menos, que la cifra 865 románticos envíos que recoge ahora mismo la editorial Debate en Correspondencia 1944-1959. Relatos cómplices de una amistad y de un amor. Crónicas de admiración. Confesiones de un querer prohibido y platónico que, probablemente sí (o probablemente no), se mantuviera vivo precisamente por ese anhelo: el de desear lo que no se tiene. El de mantener viva la llama o, en este caso, los nervios previos a abrir el buzón, encontrar una carta y despegar la solapa.

Su relación fue intensa y apasionada, pero se trató, a fin de cuentas, una relación a distancia. En 1945, la mujer de Camus, Francine, da a luz a dos gemelos, Catherine y Jean. En ese mismo momento Casares decide poner fin a todo contacto con el escritor. Sin embargo, no hubo freno posible, pues se trató solo de una pausa. Cuatro años más tarde ambos se encontraron en el parisino Boulevard de Saint-Germain. Razón suficiente para retomar la correspondencia y continuar viviendo aquella fantasía. Y, como por escrito todo parece más fácil, si hablamos de estos amantes, poca duda cabe en afirmar que carecían de tapujos. No había miedo, ni indirectas, ni tampoco mensajes ocultos. Todo era tan puro como imposible. Tan pecado, como deseado. Ella, escribía:Te deseo, amor, de la mañana a la noche. No sé qué me pasa. Nunca he estado así e incluso me da un poco de vergüenza”.

María Casares y Albert Camus en uno de sus encuentros.
Maria Casares y Albert Camus en uno de sus encuentros.

Hablaban de sus proyectos, de los acontecimientos que vivían día tras día (en alguna ocasión hasta llegaron a escribirse más de una carta por día), de sus amistades y enemigos, de historia, de célebres que admiraban y otros que repudiaban. Charlaban sobre recomendaciones, críticas y emociones. Tuvieran la relación que tuvieran, no había etiquetas. Pero la inspiración fue absoluta. Camus escribió varias obras en las que se reflejaba su amor por María Casares, y ella también fue una influencia importante en su obra. De hecho, interpretó a Caesonia en Calígula, fue María en El Malentendido, Dora en Los Justos y, sabido por todos, La Mujer en La Peste (una de sus mayores coronaciones teatrales y uno de los mayores éxitos del teatro francés de la época).

albert camus maria casares
ALbert Camus y María Casares.

Te quiero más que nunca. ¡Ay, no sabes cuánto! ¡Lo que daría por tenerte a mi lado esta noche! Amor mío, cariño mío, estoy ardiendo, me duelen las sienes, me queman las palmas de las manos y tengo la garganta seca. Ya no volveré a salir: te añoro demasiado en todas partes y al volver a casa tu ausencia se me hace insoportable. ¡Ay, esta primavera! Cariño mío, te beso con fuerza, te beso mucho rato como desearía besarte esta noche”, le escribe ella. En estos intercambios hay discusiones y diferencia, deseo y amor, divagaciones sobre una vida o proyectos en común que nunca llegaron a afianzarse.

Pero, aún a pesar de esta profunda y desmedida relación de ambos, Camus no solo tenía ojos para Francine y para María.Fueron muchas las amantes con las que mantuvo relaciones paralelas e, incluso, muchas también con las que llegó a intercambiar cartas. De hecho, en 1959 le escribe a la actriz Catherine Sellers: “Hasta el martes, mi querida, te beso y te bendigo, desde el fondo del corazón”. Tan solo un año después, el 4 de enero de 1960, él fallecería en un accidente de coche.

'Correspondencia. 1944-1059', por editorial Debate.
‘Correspondencia. 1944-1059’, por editorial Debate.

María Casares, más allá de Camus

Casares seguiría su vida, hasta 1996, cuando falleció a los 74 años, en su casa de campo, en La Vergne, en el este de Francia. A pesar de que Camus fue, sin duda, una de las figuras que más marcaron e impulsaron su trayectoria profesional, por cuenta y mérito propio ella ya se había ganado su prestigio. La que fuera hija del político Santiago Casares Quiroga (presidente del Consejo de Ministros de la II República), abandonó su ciudad natal, A Coruña, cuando tan solo tenía 8 años. Llegó a Madrid y allí permaneció hasta su adolescencia, cuando, a los 14 años, ella, su madre y el amante de ella, Enrique López Tolentino, se instalaron en París. Su hermana se quedaría en España.

La capital francesa le vería crecer: allí estudió arte dramático para, después, labrar una espectacular carrera como actriz de teatro. Lo consiguió. No solo inspiró a Camus, sino que también otros muchos mostraron su admiración por ella, como Sartre, Koltès o Copi. Le apodaron la “gran dama del teatro del siglo XX”, pero no solo fue su carrera la que fue aplaudida de ella, sino que Casares despertaba también una simpatía especial entre quienes la rodeaban. Decían que era vibrante, libre y atrevida. Tenía que serlo. Había vivido una vida adelantada a su edad. Se vio obligada a crecer antes de tiempo.

A pesar de haber sido una de las actrices de mayor renombre de una época, la intimidad de Casares fue de las más desconocidas. Sin embargo, cuando Camus murió, su amigo René Char reunió todas las cartas que el autor había guardado de Casares y se las cedió a la actriz. Y, sorprendentemente, fue la hija de Camus y Francine, Catherine, la encargada de comprárselas a Casares tras la muerte de su madre. Ahora gracias a la editorial Debate podemos conocer una de las facetas más indómitas de la gallega. Con esta obra recuperamos una de las historias platónicas -y clandestinas- más románticas de nuestra historia.

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Paula Martins Quintero
Paula Martins es editora adjunta de Bamba | La Revista