Laura Baeza es una autora mexicana consagrada que llega a España recién este año, primero con la novela Niebla ardiente (Editorial Anagrama y de próxima adaptación cinematográfica) y después con la colección de relatos Una grieta en la noche (Editorial Páginas de Espuma, finalista del VII Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero). Las historias que construye parten de la literatura, el cine, la música, la televisión y la vida urbana, es decir, de referentes mayoritariamente cercanos, y se asientan sobre una violencia carnal. En su narrativa la feminidad tiene un protagonismo especial, aunque indeseado. Como telón de fondo descubrimos los peligros que acechan a las mujeres mexicanas: los feminicidios, las enfermedades mentales, los secuestros, las violaciones, las desapariciones…
Tal y como afirma en Niebla ardiente, “En México eso es lo de todos los días. Poca gente sabe lo que significa no dormir tranquilo mientras tu hijo, tu esposo o tu hermana están desaparecidos. No, mejor dicho: en mi país muchos conocen esa sensación, son más con el paso del tiempo, es nuestra pandemia, pero es como si no importara”. Los personajes de Laura Baeza parecen intentar ajustar cuentas con el pasado, al que vuelven irremediablemente y del que no se pueden desprender. La muerte, el duelo y la culpa los persiguen mientras dejan a su paso un olor putrefacto a decadencia y desesperanza. Los fantasmas pueblan las páginas del universo narrativo de Laura. Los fantasmas de lxs xadres ausentes, de los desengaños, de los abandonos, de los desamores, de quien lleva desaparecido siete meses, el mismo tiempo que pasó en el vientre de su madre, de la (in)comunicación. Fantasmas de vivos y muertos se interrelacionan sobre las ruinas de las ciudades ajenos a sus estados.

Hola, Laura. Vamos a empezar con una pregunta típica. Tu producción literaria te sitúa en una potente generación de escritoras latinoamericanas que están revolucionando el género de lo siniestro y del terror doméstico. ¿Cuáles dirías que son tus principales influencias? ¿Con quién dialogas mientras escribes?
Fuera de la literatura, pienso que el cine, la música y la televisión, siempre parto de esos referentes, aunque el mayor para mí es la vida urbana y sus abismos. Como lectora, me encanta el trabajo de las autoras latinoamericanas a las que he llegado por recomendaciones y después por descubrimiento propio, me engancharon los libros de Mariana Enríquez y Samanta Schweblin, la potencia en el lenguaje de Selva Almada y las imágenes insólitas en la prosa de Guadalupe Nettel, por mencionar a algunas de las más visibles, porque hay muchísimas autoras increíbles en México y, en general, en español. Siento que dialogo con mis pares, con mujeres que escriben al día de hoy, con Diana de Ángel, Aniela Rodríguez, Elma Correa, Lola Ancira, Solange Rodríguez, y busco dialogar con los lectores.
En España se han publicado recientemente tu colección de relatos Una grieta en la noche (Páginas de espuma) y la novela Niebla ardiente (Anagrama). ¿Dirías que es más difícil escribir un relato o una novela?
Cada género tiene sus bondades y dificultades. La novela requiere que una ponga atención en muchos aspectos de forma simultánea, exige sostener un discurso, no es la cantidad de las páginas sino lo que se dice en ellas; y el cuento exige lo mismo pero con mayor intensidad, la mirada microscópica y la atención puntual a los detalles de quien lo escribe y quien lo lee. Me siento cómoda en ambos géneros, pero mi escritura de novela es realista y la de cuento me permite la distorsión que tanto me gusta.
En muchos de tus relatos están presentes las diferentes violencias y peligros a los que se enfrentan las mujeres mexicanas. Nos describes a mujeres asesinadas, violadas, drogadas, secuestradas, desaparecidas… ¿Qué implica para ti ser una mujer mexicana y escribir personajes femeninos mexicanos que habitan las calles de México?
Significa poner en palabras y ficción mi realidad, al menos la que observo todos los días. Sé que la violencia no necesita ser visibilizada porque es lo más visible en mi país, y que desde mi privilegio no he padecido muchas de las que hablo, pero sí otras, por lo tanto no puedo deslindarme de ella. Para mí es mucho de lo que soy por lo que observo y padezco de forma periférica.
Aquello que no decidimos es lo que nos determina. En otras palabras, la vida, como dijo Taine sobre la obra de arte, es fruto de la herencia y del medio social. ¿Crees que tus personajes tienen libre albedrío? ¿O, por el contrario, los construyes sabiéndolos condenados ya?
En términos de fondo, me gusta crear personajes que siempre están en el límite, tanto de sus posibilidades como de la situación que les planteo y ellos hacen lo que pueden en ese momento, pero fuera de ahí, de este lado, como autora sé hacia dónde quiero llevarlos, siempre tengo en mente qué será de ellos, lo divertido, lo que me da la ficción es la posibilidad de experimentar con su camino, trabajar con sus emociones y pensamientos y acompañarlos al final, cualquiera que resulte.
Tus personajes son obligados a abandonar el presente y son arrojados al pasado. La muerte, al igual que otros traumas como el accidente del relato Una grieta en la noche, activa el retorno. ¿Se puede romper con el pasado? ¿Podrían tus personajes escapar de sus pasados? ¿Y nosotros, como personajes del teatro de la vida (permíteme este tópico tan manido), podemos?
Desde hace algunos años, pensando en mí y en mis asuntos personales, pienso que no. Uno crece, se convierte en algo distinto a lo que fue, quiere abandonar el pasado pero es imposible, el pasado no es condena pero sí punto de partida. Hay muchas grietas que se abren por medio de los recuerdos, por ellas puede atravesar la luz, como dice Cohen, o impulsarnos a caer en el abismo, estos abismos con el trauma, la tristeza, la desesperación, la inconformidad por ese mismo pasado que no fue ideal. Pero son posibilidades, en la vida real como en la ficción, uno puede tomar sus propias decisiones.
¿La muerte anula la posibilidad del futuro y nos condena a vivir en un eterno pasado/duelo, aunque este duelo sea ajeno, como es el caso de Claudia en Veintidós días en la vida?
Este cuento es el del amor millennial y tiene varios niveles o casillas emocionales que se conectan entre sí. El de duelo ajeno también corresponde al duelo propio, a esa casi superioridad emocional de pensar que podemos arreglar el dolor ajeno aunque no sepamos qué hacer con el nuestro. Es un cuento donde los personajes están muy solos y lo única que pueden hacer es acompañar esa soledad con otra, igual o peor que la propia, quieren compañía de esta dimensión o una distinta. Así de grande es nuestra desesperación por ser queridos.

En el relato Ruinas, una madre se ve obligada a volver sobre los pasos de los últimos días de su difunta hija. En este traumático duelo hay un intento de restitución de la mirada y perspectiva de la hija: “esta era la ciudad que ella miró desde el mismo espacio donde yo estaba ahora”. Hay un punto clave en este proceso: contar su relato ¿por qué lo hacemos? ¿qué relación puede tener esta reconstrucción de miradas en el duelo con la escritura? ¿y con la lectura? ¿qué es para ti una ruina?
En esta ciudad habitamos sobre las ruinas de quienes estuvieron hace siglos y, dentro de algunos, otros caminarán por las ruinas de nuestras casas de ahora; pienso en el ciclo de la vida y muerte, en una ciudad poblada de fantasmas tanto en este cuento como en el resto del libro. Vivimos en un duelo constante y para ello nos contamos las historias de otros, queremos comprendernos a través de alguien más, vivir su dolor, su duelo, o huir de ellos pero conscientes de que existen. Pienso que ante la pérdida de alguien, ya sea física, como en esta historia, o emocional, todo el tiempo queremos saber qué pensaba, cómo lo vivió, por qué, y en esas preguntas hay mucha desesperación; incluso en el duelo nos contamos historias.
¿Consideras la escritura como una manera de conjurar el pasado o, al menos, de reconciliarse con él?
Es una forma de explorar en él y tratar de comprendernos un poco. Lo ideal sería una reconciliación o hallar alivio, pero la escritura tampoco puede darnos todas las respuestas o alivios porque es una herramienta y cada persona la usa conforme a sus posibilidades.
Los fantasmas pueblan tu narrativa: una presencia alivia la soledad de Clau, a Romero se le aparece Macaria en sueños, Alicia era un fantasma aun estando viva, Esther ve a su padre como a un fantasma que vivía la mayor parte del tiempo en la carretera, y de él hereda “las ganas de estar en otro sitio, de ser un fantasma la mayor parte del tiempo”, a Irene la persiguen los fantasmas para hacerle maldades y ella misma se transforma en un fantasma instalado en la espalda de Esther. ¿Qué significa para ti el símbolo del fantasma?
Desde siempre, al menos desde que uso la imaginación y luego, con la escritura, ha significado muchas cosas: compañía, curiosidad, conexión entre los mundos. Llevo algún tiempo pensando que mis relatos están poblados de fantasmas, que hay otras y otros que habitan el mismo lugar donde estamos y desde donde soñamos, pero aquí, en estos cuentos, me di la oportunidad de darles su espacio y dejarlos andar a su aire. El relato breve, a diferencia del largo aliento, me dio esa posibilidad. No creo en Dios aunque fui educada en la fe católica, pero me gusta creer más en esto; desde una mirada antropológica y social siempre me ha llamado la atención cómo nos aferramos a lo que ya no existe o nunca existió y le ponemos nombre y forma, le damos importancia, yo le doy importancia a los espacios que habito a través de lo que hay ahí o no pero me gusta imaginar que existe.
¿Podrías reflexionar sobre la necesidad de recurrir a elementos sobrenaturales para hablar de algo tan misterioso e incomprensible como es la muerte?
Precisamente porque muchas cosas no tienen explicación. No nos explicamos la violencia o la injusticia a pesar de que ello tiene un fondo estructural, pero le damos orígenes sobrenaturales. Le pongo más fuerza a la razón, a la causa y consecuencia, pero estoy exhausta de eso, y como muchos, lo delego al acto mágico. También, como he mencionado, hay una necesidad de compañía que nos hace voltear la vista a lo intangible.
Abres la colección de relatos con la letra de la canción Anthem, de Leonard Cohen: “There is a crack, a crack in everything // That’s how the light gets in…”. Con esta referencia, pensé en una grieta por la que entra la luz y, con ella la esperanza. Un poco en la línea de los cohetes que no asustan y alcanzan el punto perfecto de luz. Sin embargo, después de leer el último relato, empecé a ver la luz como un cambio de perspectiva, pero también como un elemento cegador que impide ver la realidad. ¿Hay lugar en tus relatos para la esperanza? Si es así, ¿dónde la sitúas?
En estos cuentos, como en mi novela y relatos anteriores, hay esperanza. Todo sucede en medio de una bruma de incertidumbre, pérdida y dolor, sin embargo, no me gusta quedarme afincada en el pesimismo, personalmente siempre busco el lado B, un motivo por el que valga la pena continuar haciendo lo que amo, ver al otro y notar cosas en mí. Aquí la sitúo en personas más jóvenes porque tengo fe en ellos, veo cómo se mueven, piensan y organizan generaciones que tienen otras ideas, que no permiten lo que la mía o las anteriores permitimos, esa es la luz que atraviesa el concreto. El cuento Una grieta en la noche siempre habla sobre la luz, metafóricamente, porque los cohetes son eso, un brillo en mitad de la noche, estruendo y luego oscuridad, que es como viven muchos de mis personajes.
Nuria Barrios, en su ensayo La impostora, afirma “la escritura siempre me había ayudado a hacer conocido lo desconocido”. ¿Cuánto has descubierto de ti misma, que no conocías, a partir o a través de la escritura?
Creo que casi todo. Me he permitido ser quien siempre quise: una persona que observa, escucha e imagina. Que eso llegue a más a través de mis libros es increíble, lo que deseé desde niña. También la escritura me ha ayudado a reconciliarme con partes de mí que no me gustaban, a aprender de mis miedos y limitaciones y convivir mejor con ellos. He hecho mío lo que siempre estuvo ahí pero me daba miedo apropiármelo.
Por último, una rueda de reconocimiento. Dime lo primero que se te viene a la cabeza si te nombro a Mariana Enríquez.
La gran autora de terror de nuestro tiempo.
¿Y Amparo Dávila?
Una grande que necesitamos descubrir y releer siempre.
¿Qué me dices de María Fernanda Ampuero?
Una escritura descarnada en la que todas nos reconocemos.
Y, para cerrar (gracias por tus respuestas y ha sido un auténtico placer dialogar contigo), dime algo sobre Laura Baeza.
Pienso en términos de ficción todo el tiempo, cómo contar historias y cómo contarme a mí misma lo que siento, pero para mí no todo es literatura, ni libros, mucho menos academia. A mí lo que me motiva siempre es la vida de afuera, el sonido de las cosas, los sabores, caminar, observar, el mundo pop con la televisión, el cine y la música, que me dan un alivio en medio del mundo, un poco enfermo y triste, como dice Daria, que habitamos. La literatura nos da la posibilidad de vivir otras realidades, pero aún puede hacerse mucho con la nuestra.
Por |Diana Nastasescu