Florencia Pinar, la voz de la sexualidad femenina en la Edad Media

Florencia pinar Pintura de la poeta Florencia Pinar.

Florencia Pinar no sucumbió al misticismo para introducirse en la literatura de la época. Se desfiguró como objeto amado para narrarse como sujeto activo en sus vivencias amorosas y sexuales. Según dicen, pudo haber buscado traspasar la separación dicotómica hombre-mujer en un momento en el que el  género decidía hacía dónde giraría la rueda de la fortuna.

«Canción de una dama que se dize Florencia Pinar». Esta es la rúbrica que introduce las canciones de la poeta en el Cancionero General de Hernando del Castillo, una recopilación de las canciones castellanas más representativas siglo XV. Entre el sinfín de voces masculinas, Florencia fue la única poeta que consiguió hacerse un hueco para perpetuar su obra dentro de un cancionero

Durante la Baja Edad Media, el canon literario estaba copado por autores masculinos. Florencia Pinar convirtió sus poemas en una herramienta para autorepresentarse de forma alusiva y elusiva: aceptó los códigos de la lírica cancioneril para que su nombre encajara en los preceptos literarios renacentistas y, con los mismos versos, subvirtió los esquemas encorsetados del amor caballeresco.

Es una de las primeras poetas de las que tenemos constancia junto a precursoras como a Leonor López de Córdoba, dama de la corte de Catalina de Lancaster o la religiosa Teresa de Cartagena. Si bien, Florencia no fue la dama de una reina consorte, sino de la reina que gobernó la corona de Castilla: Isabel la Católica.

La poeta renacentista de la Corte de Isabel la Católica 

Isabel I de Castilla reunió en pleno renacentismo a un grupo de mujeres que, trascendiendo el rol de feminidad de la época y con el impulso de la monarca, reemplazarían las que tendrían que haber sido sus “labores” por las letras. Mujeres que rompieron las barreras de su coetaneidad abriéndose un espacio en el discurso público. 

La monarca católica conocía la importancia de las letras en un momento en el que firmar un texto en un cancionero suponía una herramienta para asegurarse estatus en los dominios intelectuales y políticos. Por ello, se rodeó de damas cultivadas como Beatriz Galindo, la que fue su profesora y cuyo dominio del latín le valió para ser bautizada como La Latina y poner nombre al barrio madrileño. 

Beatriz de Bobadilla, “La Señora de la Gomera” o María Pacheco, “La Leona de Castilla” también fueron importantes consejeras de la reina con una gran influencia política. Destacaron dentro de la corte en un momento histórico en el que estaba vigente la “querella de mujeres”, un debate publico que cuestionó las capacidades intelectuales de estas y que perduró hasta la Revolución francesa.

Nos suenan familiares las mujeres del medievo representadas bajo el tópico del amor cortés: sutiles, sumisas, relegadas a la pasividad discursiva. Sin embargo, no siempre nos narraron así. Las serranas, que aparecen en El Libro del Buen Amor, son mujeres hoscas de montaña y se alejan de los estereotipos que posteriormente predominaron en la poesía cancioneril masculina. 

Otra referencia que rompe con el molde es Braçaida, una de las protagonistas de Grisel y Mirabella, la que es defensora de la princesa Mirabella durante un juicio cuyo discurso versa sobre los prejuicios morales que recaen en las mujeres que disfrutan con libertad su sexualidad. No tenemos mucho contexto sobre la vida y obra de las damas de la corte de Isabel, pero la producción poética de Florencia Pinar nos demuestra que hubo eruditas que se resistieron a la misoginia en el mundo intelectual: no solo fuimos representadas de desde diferentes perspectivas, también fuimos creadoras. 

El simbolismo erótico de Florencia Pinar

Florencia Pinar
La poeta Florencia Pinar.

Pinar teje su simbolismo erótico a través de perdices y gusanos, animales que toman una connotación sexual y, a la vez, personifican la cara más amarga del amor caballeresco. El tópico del mal de amores, ese que enferma y encarcela a los sujetos que lo experimentan. La autora se vale de estos elementos, propios de la literatura del siglo XV, para  narrar en otro plano su propia vivencia sexual.

El copista que transcribió las canciones de Florencia introduce su obra Destas aves su nación con la rúbrica «Otra canción de la misma señora a la que unas perdices le enviaron vivas». Este poema trata sobre la caza de perdices, aves libres que acaban siendo ‘cautivas’. La cacería constituyó un eufemismo erótico durante la Edad Media y Pinar se mimetiza con una perdiz enjaulada para evocar su propio cautiverio. En esta cárcel de amor, el sujeto de la escena es la poeta presa del deseo sexual de la mirada masculina:  “siento yo grave pasión, sin sentir nadie a mía  / ellas lloran que se vieron / sin temor de ser cativas“.

Siento yo grave pasión, sin sentir nadie la mía”

Resulta peligroso analizar las subjetividades de las canciones de Florencia por la falta de información biográfica sobre la autora. Sin embargo, se ha puesto el foco de atención en el hecho de que los versos de esta canción terminen en sustantivos femeninos. Como el que cierra el título de la misma, “nación”. Quizá Florencia quiso defender una en la que las mujeres tengan el derecho de salir de la jaula para “cantar”, para que se haga un hueco a su voz, para ser reconocidas: “D’estas aves su nación es cantar con alegría”.

En su canción ¡Ay! que ay quien más no bive la poeta incide en las luces y sombras del amor a través de los contrastes: “hay glorias, hay mil dolores”. Eleva el sentimiento del desamor por medio de un juego de homónimos “ay” y “hay” que, según la crítica, tiene como finalidad buscar equívocos en el lector con una connotación sexual. La contradicción del amor es un tópico muy recurrente de la lírica cancioneril. Pinar utiliza antítesis e hipérboles, figuras que aparecen con frecuencia en los cancioneros, para expresar el sentimiento pasional del desamor y, a la vez, introducir sutilmente su naturaleza sexual: “hay, donde hay penas de amores, muy gran bien si dél gozares”.

Hay placeres, hay pesares, hay glorias, hay mil dolores

En El amor ha tales mañas, Pinar describe el mal de amores a través de un gusano que “entra en las entrañas y come todo lo sano”. Plantea un tema recurrente en la Edad Media con un cambio de roles: el yo lírico, el sujeto que sufre de la enfermedad, es una mujer. La poeta se apropia de este discurso hegemónico desde su voz femenina sin subvertir los tópicos del desamor cortés. La elección de este insecto para representar el desamor no es casual ya que, además de relacionarse con la muerte (“un cáncer de natura”), también tiene una connotación sexual. Se afirma que la figura del invertebrado tiene relación con un símbolo fálico.

El amor es un gusano/  bien mirada su figura, / es un cáncer de natura /que come todo lo sano”

Es tentador buscar una reivindicación feminista en la voz de Florencia Pinar. Su producción puede entenderse como una revelación ante los códigos antifeministas del amor cortés, pero también como un caballo de Troya: la adhesión a las retóricas impuestas para asegurarse su posición dentro del sistema.