Hildegarda: monja, inventora de cerveza y descubridora del orgasmo femenino.
Durante mucho tiempo los conventos fueron reductos de libertad para muchas mujeres que encontraban en la vida monacal la única vía de acceder una educación y de escapar de su destino de esposas y madres. Estas circunstancias hicieron que grandes mujeres del pasado, como Sor Juana Inés de la Cruz o Teresa de Jesús, fueran monjas; pero de entre todas ellas, Hildegarda von Bingen, que si hubiera sido un hombre habría superado en fama al mismísimo Leonardo da Vinci, es la que de las que más nos fascina.

Décima hija de una familia alemana acomodada, la tradición marcaba que fuera entregada como diezmo a la Iglesia, y antes de los 14 años entró en el monasterio de Disibodenberg, bajo la guía y el cuidado de Jutta von Sponheim; lo que podía haber supuesto dar la espalda al mundo, en realidad abrió a la pequeña Hildegarda la puerta al conocimiento de las hierbas, la medicina, los libros y la música.
Nombrada Doctora de la Iglesia en 2012 por el Papa Benedicto XVI, por destacar solo algunos de sus logros, cabe decir que Hildegarda inventó la Lingua Ignota, primer idioma artificial de la historia —y hoy en día más hablado que el lenguaje inventado por Tolkien, el Klingon de Star Trek o el Dothraki de Juego de Tronos— y por el que fue nombrada patrona de los esperantistas; compuso más de 80 obras musicales —algunas de ellas han sido adaptadas en la actualidad por David Lynch en el álbum Lux Vivens y por el compositor Guy Sigsworth en el disco Hildegard—; escribió una de las primeras descripciones del planeta Tierra como un cuerpo esférico rodeado de estrellas en su obra Scivia y a ella le debemos que se empezara a usar el lúpulo en la cerveza por sus propiedades antibacterianas, lo que evitaba que la gente enfermera y otorgaba a la bebida el característico aroma y sabor que hoy conocemos.
Así mismo, Hildegarda ha sido considerada impulsora de lo que podemos llamar un protofeminismo medieval y, aunque resulta complicado llamarla feminista según nuestro estándares actuales —al fin y al cabo, Hildegarda no dejaba de ser una mujer de su tiempo y, además, muy influida por la religión—, lo cierto es que no dudó en desafiar la autoridad masculina de la Iglesia en múltiples ocasiones; por ejemplo, al crear una orden de religiosas vestidas de blanco y sin velo, que durante las oraciones bailaban en círculos con flores en el pelo, o al ser la primera persona en describir por escrito la existencia del orgasmo femenino en su obra Causa et Curae.
«Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano».
HILDEGARDA, Causa et Curae
No deja de resultar extraño que una de las primeras sexólogas de la historia fuera una persona entregada al celibato desde tan joven, pero es evidente que, ya fuera sola o acompañada, Hildegarda sabía de lo que hablaba. Y es que entrar en un convento tampoco era sinónimo de renunciar al placer y para muchas monjas suponía encontrar el deseo con otras mujeres. Este parece ser el caso de Hildegarda, considerada también icono LGTBIQ por la supuesta relación que mantuvo con Richardis von Stade, nunca confirmada, pero perceptible en los escritos de Hildegarda y en el hecho de que las dos sufrieran por una separación forzosa, hasta el punto que Richardis falleció solo un año después de haber sido enviada a otro convento.
Otro aspecto curioso de la biografía de Hildegarda son las visiones místicas que decía poseer y que siempre llegaban acompañadas de una luz intensa y de dolor; una de las explicaciones más lógicas, y defendida por el neurólogo Oliver Sacks, es que se trataba de migrañas, ya que estas suelen producir alucinaciones, pero no es extraño que, rodeada de un ambiente religioso, la monja confundiese sus dolores de cabeza con mensajes divinos de los que extraía la legitimidad para llevar a cabo sus proyectos. El hecho de que sus visiones, en ocasiones, fuera proféticas, no hacía más que aumentar su halo de misticismo y santidad, lo que sin duda contribuyó a que, en más de una ocasión, se saliera con la suya: toda ayuda era poca para que una mujer pudiera hacerse escuchar en un mundo tan patriarcal como es la Iglesia católica.
“Margaretha habría sido un nombre más adecuado; Hildegarda es uno guerrero, suena como la rueda de hierro contra el suelo, como el fuego y el hielo, que nunca serán uno” Hildegarda (Lumen, 2021)
La escritora Anne Lise Marstrand-Jørgensen ha escrito una biografía novelada de esta monja tan fascinante, en la que recrea su vida basándose en los escritos Hildegarda, en toda la documentación que hay sobre ella e investigando sobre las costumbres de la Edad Media. El resultado, a pesar de ser ficción en gran parte, supone un relato verosímil de lo que pudo ser la vida de la monja y un homenaje a una mujer que merece ser más reivindicada.