Marguerite Duras, la vida como ficción

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La escritura de Marguerite Duras es una duda constante, un acto incómodo, una reflexión sobre el acto mismo de escribir. «La escritura: la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida». Leer a Marguerite Duras significa situarse ante lo desconocido, ante la nada, su obra es difícil de catalogar por su renuncia a la gramática, su tiempo desfasado y la complejidad emocional de los personajes.

«Debería existir una escritura de la no escritura. Un día existirá una escritura breve, sin gramática, una escritura de palabras solas».

Los padres de Duras,  oriundos de Francia, se establecieron como profesores en la colonia francesa de la antigua Indochina, actual Vietnam y allí nace Marguerite en 1912, la tercera hija de este matrimonio. Su infancia y su adolescencia  se ven marcadas  por varios hechos decisivos que más tarde, servirán de inspiración para sus novelas: La muerte temprana del padre obliga a su madre a comprar unos terrenos cerca del mar que resultan arrasados y les llevan a la ruina, así como su tentativa de salvar a un bebé de una mujer mendiga, sin éxito.

Duras huye de ese escenario lleno de desgracia y se instala en Francia donde estudia Matemáticas, Ciencias Políticas y Derecho para labrarse un futuro laboral, trabaja como secretaria y conoce a Robert Antelme con quien se casa.

Estalla la Segunda Guerra Mundial, su marido trabaja en el Ministerio de Interior y ella, consigue un puesto en el Círculo de la librería, un sindicato de empleados dedicado a la industria del libro, durante esa época, Duras empieza a escribir de manera activa e intenta publicar su primera novela.

El 1942, será un año decisivo para ella, afectada por la muerte de su primer hijo, y la de su hermano pequeño. También conoce a su amante, Mascolo, ensayista y pensador cercano al comunismo con quien se volvería a casar y será padre de su único hijo. Más tarde, Marguerite, Robert y su amante se unen a la Resistencia y  publica, por fin, su primera novela.

Dos años después, son denunciados junto a otros miembros y su marido es mandando  a un campo de concentración. En ese momento, Marguerite trabaja sin cesar en el servicio de búsqueda y localización de prisioneros. En 1945, Robert regresa y ella se dedica a cuidarle hasta su separación, hecho que relataría en su novela El dolor.

Se casa con Mascolo, con quien tiene un hijo en 1947 y juntos fundan una editorial al mismo tiempo que se afilian al Partido Comunista, aunque más tarde sería expulsada por motivos aún desconocidos.

La crítica la etiqueta en una nueva corriente literaria llamada «la Noveau roman» que rechaza la escritura tradicional, donde el tiempo parece flotar, pues solo interesa el instante, los personajes y sus experiencias. Éstos dialogan sobre lo cotidiano y los objetos importan solamente en la mirada, en el recuerdo y en lo vivido.

A partir de ese momento, Duras escribe extensamente, publica Un dique contra el pacífico, novela de tintes autobiográficos que evoca a su infancia, y agota todos los ejemplares. Recibe un premio literario, publica varias  novelas, una adaptación al teatro y conoce al guionista Gerdad Jalot, con quien trabaja mano a mano como cineasta y entabla una relación amorosa, provocando la separación entre ella y Mascolo así como un giro en su carrera.

El desamor que siente por su madre, la figura materna en forma de locura se representa adherida a su obra, su vida se vuelve novela, la propia escritora es todos y cada uno de los personajes que crea y a la vez, ninguno. Sus propias vivencias, los recuerdos de Indochina, además de las relaciones familiares, la conciencia femenina ligada a la pasión pero sobre todo, el deseo de escapar y la soledad, son centrales en sus novelas.

Después de la muerte de su madre, en 1958 se estrena la película de su novela Un dique contra el pacífico, el disgusto de ver su propia vida en pantalla, hace que empiece a guionizar y hacer sus propias películas. De esta manera, se encargó de los dialógos de Hiroshima,mon amour dirigida por Resnais, una historia de amor sin narrativa lineal, llena de recuerdos y dolor y junto a Delphine Seyrig como protagonista, rueda India Song. Asímismo dirige L’homme atlantique, una curiosa película sobre una relación fraternal, en la que explora el límite en la palabra y la imagen, usando metraje de otra película distinta. Su cine, se vuelve atemporal, gracias a planos fijos, al uso del fuera de campo y a los abruptos cortes entre planos secuencia que evidencian la separación entre imagen y sonido.

Trabaja con Akerman y Seyrig, formando parte de Las Insumusas, además atraviesa varias crisis relacionadas con el alcohol cuando escribe El amante, en 1984, siendo su libro más exitoso. A pesar de no haber regresado a Indochina, es su principal escenario para sus novelas y películas. En el, el amor y sus formas de entrega son el motor de sus personajes, que a su vez, se enfrentan al dolor, la memoria y la soledad. También, rompe las parejas tradicionales, incluyendo infidelidades o relaciones homosexuales, además de dar relevancia a la condición femenina, a sus deseos y frustraciones.

El diálogo se pone de relieve, dramático, corto con repeticiones de palabras, mientras que el silencio sostiene la angustia de los personajes, incapaces de transmitir sus sentimientos y emociones, así, el texto y la imagen se vuelven ambiguas haciendo imposible la univocidad y la lógica gramatical, con el uso del estilo indirecto libre.

A partir de 1988, sufre problemas de salud y se da al alcohol como vía de escape hasta su muerte. Además del oficio de escribir, que para ella se convertía en un infierno, hay cierta locura, un mal que le acompaña. Sin embargo, de forma contradictoria, la escritura también le sirve como modo de sujetarse al mundo y a lo vivido, ya que en Marguerite Duras, no existe obra sin su propia vida.