Reinas del terror para leer en Samhain
El terror se encuentra muy vinculado a lo femenino, tal vez, porque en nuestras sociedades patriarcales a las mujeres se nos educa en el miedo: a andar solas por la noche, a expresar nuestro deseo, a ser objeto de violencia machista, a que nos juzguen, a perder nuestra belleza o a no cumplir con las expectativas que los demás tienen de nosotras. Estos miedos han estado muy presentes en la literatura escrita por mujeres y, en ocasiones, han tomado la forma de monstruos incomprendidos, vampiras sedientas de sangre y de libertad, casas encantadas, espíritus vengativos o bebés demoníacos. Y en otros libros, se han representado de forma más realista, mostrando la violencia que se ejerce hacia las mujeres a plena luz del día.
Estas autoras coinciden en su atracción por lo perverso y por mostrar el lado más oscuro del ser humano, pero en sus palabras, el terror se vuelve liberador y transgresor, rompe con la normatividad y los prejuicios sociales, y da la vuelta al sistema patriarcal, dando poder a las mujeres y haciéndolas dueñas de su vida y su deseo. Ahora que se acerca Samhain, o Halloween para los más profanos, es hora de leerlas a ellas.
Mary Shelley
Impulsora del género de la ciencia ficción en el siglo XIX, al introducir reflexiones sobre la ciencia en un relato gótico, Mery Shelley es una autora imprescindible y su Frankenstein o el moderno Prometeo, la piedra angular de la literatura fantástica y de terror. La obra surgió en 1816, cuando Lord Byron propuso a sus invitados, entre otros Mary y Percey Shelley, escribir historias de terror para pasar las noches de lo que se denominó “el año sin verano”. El resto ya es historia, pero resulta necesario destacar el carácter filosófico de la obra y su alegato por la justicia social, ya que es algo que se ha ido perdiendo en las sucesivas adaptaciones teatrales y de cine, y que ha hecho que, en el imaginario colectivo, perdure una idea más simple y alejada del monstruo original creado por Victor Frankenstein.
En la novela de Mary Shelley, un monstruo no es un ser espeluznante, sino alguien que se escapa de la norma y defrauda a su creador. En este sentido, resulta ser un alter ego de la propia autora y la relación que mantuvo con su padre: William Godwin educó a su hija en las ideas de libertad de pensamiento y sexual que defendía, sin embargo, cuando esta decidió mantener una relación con un hombre casado, renegó de ella y la echó de casa; como Victor Frankenstein, Godwin se avergonzó de su creación y decidió abandonarla.
El deseo de devolver a la vida a los muertos, por otra parte, se puede entender por la confianza ciega en la ciencia propia de la época, pero también por la vida de la autora, quien había crecido bajo la alargada sombra de su madre, la feminista Mary Wollstonecraft, muerta al nacer ella, y por el hijo que había perdido un año antes de escribir la obra y que sumió a Mary Shelley en una profunda depresión, acentuada por el carácter libertino y machista de Percey.
Así mismo, la criatura sin nombre, tampoco es ajena a los prejuicios y a la desigualdad social, los mismos que la propia Mary Shelley combatió durante toda su vida, no siempre con demasiado éxito. De hecho, la primera edición de su novela se publicó sin su nombre y con un prólogo de Percey Shelley, quien se llevó originalmente las alabanzas por la autoría.
Shirley Jackson
Considerada una maestra por autores como Stephen King o Joyce Carol Oates, Shirley Jackson es la precursora del terror moderno, donde los elementos sobrenaturales se mantienen en un segundo plano para dejar aflorar los miedos más reales y cotidianos, los que ocurren en el seno de las familias o en comunidades cerradas y conservadoras.
Madre de cuatro hijos y esposa de un crítico literario controlador e infiel, Jackson, insegura y susceptible a la crítica ajena, se refugió tras las paredes de su casa —padecía agorafobia—, con una botella de licor en la mano. Este aislamiento se encuentra muy presente en sus novelas, repletas de casas enormes y encantadas, que atrapan y asfixian a sus protagonistas, pero que también se convierten en un refugio al odio que viene de fuera.
A través de sus libros, Jackson encontraba un respiro a la frustración de su matrimonio, a la mala relación que mantenía con su madre y a la angustia social que padecía, sin embargo, debido a sus escritos, considerados demasiado atrevidos y violentos para haber sido escritos por una mujer, también recibió mucha hostilidad por parte del público.
Esto ocurrió especialmente con uno de sus cuentos más famosos, La lotería, publicado en The New Yorker, que suscitó airadas críticas por su contenido explícito y provocó que fuera tachada de bruja, comunista y hasta masona, con todo lo que ello implicaba en el contexto de la Guerra Fría en Estados Unidos.
Como sucede demasiado a menudo, la obra de Shirley Jackson no obtuvo el reconocimiento que merecía en su época, y la autora pasó sus últimos años recluida y presa de la depresión y las adicciones. Sin embargo, hoy en día se valora su aportación al gótico moderno y al feminismo, al presentar a protagonistas que, a pesar de todos sus problemas, llevan el peso de la acción y son dueñas de sus decisiones.
María Fernanda Ampuero
La autora es un exponente de una corriente de escritoras latinoamericanas que, cansadas y enfurecidas por la violencia machista y los feminicidios, han recurrido al terror más crudo y explicito como herramienta de crítica social y concienciación. Los cuentos de Ampuero transmiten auténtico pavor sin recurrir a lo fantástico o sobrenatural, sino describiendo la violencia más cotidiana y cercana; la autora abre el baúl que esconden muchas familias y saca de él sus secretos más monstruosos: violaciones, incestos, prostitución, maltrato o abandono.
Porque cuando las puertas se cierran y se echan las persianas, se abusa de las niñas, se maltrata física y psicológicamente a las mujeres y se esconde la enfermedad mental; mientras, a plena luz del día comenten crímenes impunemente. Así, tanto el ámbito familiar como el mundo exterior se convierten en lugares hostiles para las inocentes, las desposeídas, las que carecen de poder. Y es en este mundo, patriarcal y misógino -que huele a podrido, a sangre, vísceras, excrementos, heridas abiertas y esperma-, donde las mujeres se ven obligadas a luchar por su independencia.
La escritura de Ampuero es cruda y violenta, aterroriza y remueve por dentro, obliga a parar de leer para tomar aliento, pero como dice la propia autora, lo que debería ser tabú es la indiferencia, no escribir o leer sobre los crímenes que ocurren a diario a nuestro alrededor.
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Fotografía destacada | Francesca Woodman
Por | Alicia Medina @aliciamz | @AliciaMed