Francesca Woodman: la indescifrable.

Excéntrica, brillante, carismática y teatral. Enigma indescifrable. Un misterio gira en torno a ella con un halo de estrella de rock por su talento y su ambición. Con grandes dosis de drama y con una gran sensibilidad por todo lo que le ocurría, no era tan seria y triste como nos han contado: sus personas más cercanas decían que tenía una alegría que parecía fuera de lo común con un sentido del humor muy particular. Era muy fuerte aunque jugara a ser frágil. La conocemos por sus ambientes inquietantes, atmósferas tétricas, cuerpos semidesnudos, intimísimo personal y habitaciones destartaladas. La conocemos por el morbo: se suicidó muy joven. Pero nuestra provocadora favorita por naturaleza era mucho más que una artista maldita y hoy os venimos a hablar de ella.

Francesca Woodman nació en una familia de artistas: su madre Betty era ceramista y su padre, George, pintor -tras su muerte, también fotógrafo-. El ambiente artístico de su familia influyó de forma determinante tanto en su hermano Charlie como en ella: les inculcaron que el arte era algo serio, no una pérdida de tiempo ni una forma de “pasar el rato”. Les llevaban a museos y les daban un cuaderno a cada uno para que fueran por las salas, tomaran notas y dibujaran, les otorgaban libertad para descubrir. Sus padres le mostraron que el arte es una forma de expresión, que había que centrarse en la obra en sí y olvidarse del artista: centrarse en el objeto del arte. La importancia a la creación artística que se dio en la casa de los Woodman acabó reflejado en su trabajo.

El interés por la fotografía llegó más o menos cuando tuvo que ir a un internado, a la corta edad de los 13 años. George le regaló una cámara Rollei japonesa de imitación que tenía por casa, le dio un par de lecciones y con ello se fue al colegio. Uno de sus profesores empezó a animarla y a apoyar su creación. Esta disciplina empezó a ser indispensable: fotografiaba de manera compulsiva.

Tenía un ojo sofisticado e increíblemente original para la fotografía. No hay que plantearse la figura de Woodman como una chica soñadora, con los pies lejos de la tierra, sino todo lo contrario. Era una mujer con las ideas muy claras, fiel a su trabajo, con un propósito detrás de cada fotografía que realizaba. Ese compromiso con el arte nos muestra a una persona sana que observa su interior frágil. El desnudo es un tema muy recurrente en su trabajo. Ella concebía el desnudo como un acto liberador. Había siempre estado expuesta de forma natural al cuerpo ya que sus padres le habían enseñado sobre arte clásico.

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Sus obras son poéticas, se mueven entre la fotografía y la performance, un blanco y negro en formato cuadrado que nos muestra estampas desasosegantes, pero que atrapan al público. Poseía un talento innato para contar historias a través de sus fotografías, dejándonos un pequeño vacío en el pecho. Su madurez inaudita es la causante de sus imágenes de gran complejidad, de estética romántica con un lenguaje e iconografía cercana al surrealismo: espejos, movimiento, sexualidad y máscaras. Se transforma delante de la cámara, crea una metamorfosis del cuerpo humano, entendiéndolo como una huida hacia delante: el tiempo pasa en una imagen fija.

Intentó suicidarse en su apartamento: “Querido diario. Tras tres semanas pensándolo, al final conseguí intentar acabar con mi vida tan cuidadosa y concisamente como fuera posible. Soy muy exigente, y mi vida en este momento es como un poso viejo de café, y preferiría morir joven dejando algunos logros, algún trabajo, mi amistad contigo y algún otro elemento intacto en vez de borrar sin orden ni concierto todas estas cosas delicadas”.

Su familia pasó meses aterrorizados por ella, ya que tras su primer intento de suicidio, quiso volver a hacerlo. Primero estuvo con sus padres, pero no podían en constante vigilancia. El día que al final lo consiguió tenía tan sólo 23 años, no había acudido a la cita con su terapeuta, buscó a unos amigos de la familia y no consiguió localizarlos en casa, llamó al hombre con el que estaba saliendo y tampoco obtuvo respesta. Al final subió al tejado del edificio donde se encontraba su apartamento en el Lower East de Manhattan y saltó. Tardaron en identificar el cuerpo parque la cara estaba irreconocible.

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Madrid acoge esta figura apasionada, provocadora y teatral en la exposición Ser un ángel / On being an angel de Fundación Canal hasta el 5 de enero, una exposición monográfica que incluye más de un centenar de fotografías y 6 cortometrajes. Podremos disfrutar de sus imágenes centradas especialmente en el cuerpo de la mujer: en el movimiento, belleza frágil, desdibujo de figuras y escenarios decadentes.


 

Escrito por Loga Tréclau
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