Brenda Navarro: Ceniza en la boca habla del momento en que tienes que dar respuestas a qué significa estar viva
El desarraigo, las renuncias personales, la pérdida de identidad, o el eterno síndrome de Ulises. No habita en Ceniza en la boca un punto único de partida. La novela, escrita por Brenda Navarro – última Tigre Juan por su opera prima, Casas Vacías – está atravesada por cada uno de nuestros límites. Xenofobia, discriminación, desarraigo. Dar respuesta a cuánto puede aguantar una persona y una llamada de atención ante esto, era en parte, lo que empujó a la autora a contar esta historia ficcionada. La numerología de la novela: dos continentes, tres ciudades y cuatro fases temporales. Un libro sin diálogo pero escrito desde esa oralidad que pretende que nos preguntemos por qué palabras metiche, aventarse o expresiones como tronar la boca como tronar la boca o aventarse no son alimentadas como nuestras. El libro narra el viaje emocional de una joven que intuye las razones del suicidio de su hermano adolescente – ¿todas las vidas merecen ser vividas? – y protagoniza su propio periplo hacia un futuro anhelado o inventado que no llega.
Cuestiona también, si deberíamos deshacernos de nuestra anestesia voluntaria. “Vemos historias de migrantes en los medios de comunicación, pero son tratados como estadística, o colectivo”, en Ceniza en la boca existe una voluntad por individualizar. Mostrar, denunciar, que tu historia sí puede ser la mía. Como dice Brenda Navarro “todos sentimos lo mismo”. Una historia de separaciones y abandonos, de anhelo y de rabia, de pérdida e iniciación a la vida.
En esta mañana en Café Lisboa a Brenda Navarro le ronda especialmente nuestra ceguera y madurez adolescente, “perder el miedo a nombrar”, sopesa la escritora. Brenda Navarro deshecha eufemismos. Ceniza en la boca te señala con el dedo.

Tras el éxito de Casas vacías, ¿Fue difícil fue comenzar el viaje de Ceniza en la boca? ¿hubo pesos de los que deshacerte por tu primera novela?
Para mí comenzar esta novela era algo lógico. Cuando me puse a escribir Casas Vacías lo hice preguntándome si sería capaz de escribir una novela, y parece que sí (ríe) que fui capaz. Y este éxito “abrumador” que mencionas lo era y a la vez no. Vino también con la pandemia y la verdad, sólo el mundo virtual me hacía sentir abrumada. En lo cotidiano seguía siendo la chica que va a hacer la compra en frente de su casa. Era como una doble vida que me hacía sentir incómoda, rara. Estaba encerrada en mi casa, en un lugar pequeño.
¿Nada de vértigo entonces?
No, escribir en ese sentido en ese sentido, fue liberador. Escribir es lo que más disfruto en el mundo. Me gusta comparar la escritura como una relación sexual – siempre hago esta broma con mis colegas – pero para mi escribir no es sufrimiento. Es el único lugar en el que disfruto. Además en el proceso de escribir Ceniza en la boca hubo mucha música y diversión de por medio. Fue un currazo que me encantó. Un trabajo de creación en el que me lo pasé muy bien. Por lo general diría son los hombres quienes dicen que se sufre escribiendo.
Decías en una de tus entrevistas que necesitabas, de alguna forma, escribir algo más desapegado.
Cuando escribí Casas vacías sentí, “esto es lo mío”, pero lo que quería y me importaba ahora era dejar de ser una escritora que sólo habla de mujeres. Que dejaran de etiquetarme en el mundo editorial como una escritora que habla de maternidades. No permitir que me metieran en un cajoncito. No pretendía con Casas vacíascontar una historia maternidades como tal porque lo escribí un poquito antes del boom que hay ahora. Ahora existe esta demanda de antologías de maternidades, otros discursos de maternidades… incluso me preguntan si no tendré más material por ahí sobre la maternidad. Pero Casas vacías no va solo de eso, la maternidad para mi es algo que te atraviesa como mujer pero ocurren otras cosas. Y estar hablando todo el tiempo de maternidades era algo que no quería para mi.
¿Qué haces sin futuro?
Igual eso pensó mi hermano
CENIZA EN LA BOCA, BRENDA NAVARRO
La protagonista de este nuevo libro, Ceniza en la boca, es una mujer joven, migrante, cuyo destino no ha elegido y que debe dedicarse al cuidado de mayores. ¿Sentiste en algún momento el “síndrome de impostora? ¿por qué te decidiste por una ficción?
A veces me han preguntado si me fue difícil ponerme en la piel de la narradora y no, en absoluto. Más que evidenciar lo que se evidencia, quería romper el perjuicio que sólo ciertas personas pueden escribir un libro. Una persona que cuida, limpia, como lo hacen muchísimas mujeres, pueden contar esta historia. Si yo ubicara a esta mujer en otro contexto – es astronauta, por ejemplo – de verdad, le ocurriría lo mismo. ¿Qué les pasa las personas migrantes? Pues le pasa y siente lo mismo que tú. Es el mismo mundo el que vivimos todas, y tenemos las mismas necesidades.
La voz de la protagonista de Ceniza en la boca, es una voz incómoda, rencorosa, que ni ella misma entiende. Guarda rencores, pero no comprende el motivo. ¿Por qué esta apuesta?
Me gusta que digas esto porque significa que lo supe transmitir. Esta novela más allá de hablar de la migración o de la muerte, va de una mujer que no quiere volverse adulta. Una persona que no quiere volverse adulta y que se esconde detrás del cuidado. Ese momento en el que tienes que dar respuestas a qué significa estar viva. La novela realmente va de esto, de dejar de lado escudos. Está peleada con el mundo porque en realidad está en batalla con ella misma
Una persona que cuida, limpia, como lo hacen muchísimas mujeres, pueden contar esta historia.
BRENDA NAVARRO
¿Por qué la apuesta por la oralidad, sin diálogo, estilísticamente, y por el mestizaje del lenguaje?
Tenía un poco de miedo que el lenguaje de Ceniza en la boca se pareciera a la segunda voz de Casas vacías, pero luego me di cuenta que esa era la virtud que tenía que sacar. En España hay una conversación sobre la normativa del lenguaje, y siento que en estas discusiones se está perdiendo que hay comunidades latinoamericanas que están enriqueciendo el español, aquí y ahora, y se está perdiendo ese registro. La voz protagonista no sólo habla en mexicano, también en colombiano, boliviano… Hay una variedad en el lenguaje que quería fomentar y recalcar.

Hablas de Madrid, Barcelona, pero el mito de Gran Ciudad o el sueño dorado del que hablaba Didion, ¿hay una crítica a la metrópolis y a la soledad que germina en ella? ¿compensa abandonarlo todo?
Así es. Creo que las urbes te rompen, no existe la forma de generar comunidad o lazos afectivos, y como persona migrante adulta infinitamente más. Por más que lo desees no entras en los códigos culturales. Cuando logras generar tus propias redes aun así, es una fortaleza. No todo es dolor. No es mi caso, pero muchas mujeres latinoamericanas migradas en España la están pasando muy mal y sin embargo sonríen, y sin embargo bailan, y creo que debería de aprender mucho de ellas. No conozco redes tan grandes como las latinoamericanas a pesar de estar lejos de casa.
En el libro vemos a la abuela, la madre, y a una hija que soportan el peso familiar. El padre no aparece, y el hijo despreocupado no asume ninguna responsabilidad. Uno de los personajes de Ceniza en la boca increpa a la protagonista: “Pero chica, ¿tú qué crees? ¿que nos queremos ir porque sí?” ¿Es necesario quitar peso a la carga de la madre?
Sí, creo que la mayoría de las mujeres que nos preguntamos si somos buenas o malas madres somos las que tenemos el refrigerador lleno. No veo ninguna falta de amor en una mujer que se aleja de sus hijos para irse a otro país y darles de comer. En México había una doble moral, cuando las mujeres han tenido que emigrar frente a los hombres, a los que se les veía como héroes, ellas eran unas abandonadoras por la cadena de cuidados que nos han impuesto.
La madre no tiene tiempo de preguntarse si sus hijos la van a perdonar o no. Y a mi eso me encanta. Una mujer que ha tratado de rehacer su vida y que lo está logrando como muchas mujeres migrantes que lo logran con todas las complicaciones a las que se enfrentan.
Hay ahora en España una variedad en el lenguaje que quería fomentar y recalcar en Ceniza en la boca.
BRENDA NAVARRO

Contrapones también el personaje de la mujer que la protagonista cuida, que quiere morir porque no es digno hacerlo así, con la de Diego, prácticamente adolescente. En España la tasa de suicidios mayor se da en esas franjas de edad. ¿Por qué lo crees?
Ahora mismo en España se celebra la ley de la eutanasia. A las señoras mayores se las vuelve a infantilizar, se les quita el poder de decisión y me parece algo terrible. Cómo vas a decirle a una persona mayor qué hacer con su vida, algo que vimos sobre todo en esta pandemia. Nosotros creemos que lo hacemos lo mejor posible, pero en momentos tan decisivos de la vida es sumamente irrespetuoso ante la humanidad misma, ante quienes han construido la sociedad. Personas que son capaces de tomar decisiones infantiles están decidiendo por personas que están en un momento de edad de mayor madurez, y es algo sumamente paternalista por nuestra parte.
Me gustó especialmente la parte en la que comparas a Diego con una isla. Dado que existe esta tendencia a colectivizar, asignas a Diego una individualidad necesaria, una insularidad y una soledad pero también una personificación. Señalas: oye, aquí hay una persona.
Esta es una metáfora que he copiado literal. La escribió Nick Hornby en About a boy, no somos una isla, tenemos que compartir, relacionarnos, pero también la canción de Vampire Weekend, en realidad Diego García es una isla política por la que se están peleando varios países occidentales. Cuando dejas que existan estas islas, no están conectadas, o se mueren o se abandonan. Esto le va a ocurrir a Diego, o se queda sólo, o se mete dentro del sistema, y él no lo ve claro y prefiere decidir su propio camino.
Creo que las urbes te rompen
BRENDA NAVARRO
No parece que el personaje de Diego, a pesar de terminar lanzándose por un balcón, tenga algún tipo de enfermedad mental. Es una persona consciente, que decide que para qué vivir así.
Es difícil, pero me interesa mucho Diego como personaje por dos sentidos. Por un lado es un adolescente, y creo que socialmente no permitimos que los adolescentes tengan criterio o voz. Puede que de adulta reflexiones, pero ninguna decisión en la adolescencia te quita la vida. Puedes vivir con tus errores de juventud si estás acompañado. Pero cuando no tienes eso, creo que tienes el derecho de decidir cómo quieres vivir tu vida. Quienes se van por el mal camino, saben que no quieren estar dentro de la norma, porque la norma no te está funcionando. Hacer las cosas bien no es garantía de nada. Creo que los adolescentes deberían tener más poder, como dice el pedacito de Vampire Weekend. “no quiero vivir así”. Diego lo decido como un gran statement político. Es lo que genera Diego. Obligar a su hermana como legado a realizarse preguntas molestas y dolorosas.
Y ahora sí, ¿qué tienen Vampire Weekend para ser los gurús de la novela?
Quise incorporarlos como un reto. Siento que esto era un reto propio. No me considero una persona muy alegre y sin embargo me gusta este tipo de música, a la que le puse mucha atención. Hay temas de Vampire Weekend que son sumamente políticas aunque pasan desapercibidas. Son canciones que representan cosas que quiero decir a través de la novela. Quería que hubiera un toque de alegría, que no fuera un drama total, que se percibiera cierta ironía.
Hay una lápida justo delante de ti / y de todos los que conoces
VAMPIRE WEEKEND
Ceniza en boca plantea también un debate sobre dos tipos de violencia. ¿Qué duele más, la física, o la psicológica, el desarraigo del migrante en un país que no es el suyo? A la protagonista, le lastiman igual.
Mi intención era igualarlo. Lo que escribo de México es terrible y ocurre. Lo que pasa es que me interesa mucho que estos países dialoguen. Al llegar aquí me di cuenta que era muy diferente, pero una no se da cuenta que es distinta hasta que no se lo empiezan a señalar. Aquí también hay un ejército, un control migratorio fuerte, datos altos de violencia doméstica y de desapariciones. Aquí no tenemos la seguridad de que todo vaya a ir bien. Realmente qué es lo que nos diferencia de estos lugares. Sólo la sensación de que vivimos en un lugar más estable, que puede esfumarse en cualquier momento. Creer que vamos a vivir bien en Europa es una pensamiento adolescente, igual que en México creíamos que por estar cerca de EEUU íbamos a estar bien. España es muy criticada dentro de Europa, hay muchos prejuicios también. En México somos la playa de Estados Unidos como España lo es de Europa. No somos tan diferentes, hay muchas similitudes entre la realidad de acá y la de allá, y no sé por qué tenemos que llegar a esas realidades terribles para responder a qué vamos a hacer. Eso me desespera mucho y de ahí parte la metáfora de la protagonista.
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Por | Raquel Bada
Fotografías: Ana Orts |©Bamba Editorial