Annie Leibovitz y Susan Sontag: retratos de amor y duelo.

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Fotografías a 35 milímetros. Preferiblemente con Leica. Si pueden ser en blanco y negro, mejor. Y no olvidemos algún toque provocador. Estos y muchos otros detalles conocemos de la vida profesional de la fotógrafa formada en San Francisco, Annie Leibovitz. Su icónico papel como fotógrafa jefe de Rolling Stone y su influencia en otros artistas en captar a las estrellas de rock y celebrities desde una perspectiva más vulnerable, desnuda, y auténtica. Sin embargo, la autenticidad con la que le gustaba retratar a los demás nunca le ha gustado aplicársela a sí misma, y hemos sabido poco de sus relaciones personales.

Hasta 2006, todo lo que podía hablarse de situación sentimental de Annie eran especulaciones. Ese año está marcado por la publicación de su libro: A Photogapher’s Life (Random House) donde por fin mostraba sin tapujos y con exquisita honestidad artística, su cara más frágil y sincera. Es en este trabajo donde aparecen dos figuras vitales para ella: su padre, que unos años antes había muerto de cáncer de pulmón, y Susan Sontag, fallecida tras una dura batalla contra la leucemia y la mujer que había ocupado, casi en secreto,  su corazón durante los últimos 15 años.

Sontag (Nueva York, 1933) era una “máquina de opinión”, una de las intelectuales provocadoras de la sociedad neoyorkina y una de las pensadoras más polémicas e influyentes del siglo XXI. Filósofa y profesora, estudiaba la distancia  entre la condición humana, cultural, artística y nuestra interpretación de esa realidad. Era una escritora sin tapujos políticos, y sus múltiples ensayos y columnas el el New York Times o The New Yorker recopilados en su novela El Benefactor (1960) , le valieron entre otras cosas, ser galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Annie y Susan se conocieron a finales de la década los 80, cuando le encargaron a la fotógrafa la dirección artística para el libro de Susan El SIDA y sus metáforas. Desde ese momento se hicieron inseparables. Mientras trabajan juntas, salían a cenar y mantenían “conversaciones infinitas” con las que Leibovitz quedaba abrumada y fascinada, mientras que Susan sentía curiosidad por el mundo de vanidades en el que se movía su amiga, 16 años menor que ella. Evolucionó a una  sinuosa y repleta de fragosidad, en la que la pasión y la complicidad quedó recogida fielmente en Mujeres (2000),  una obra gráfica y a la vez un ensayo en el que ambas indagan a través de las imágenes de Annie y el relato escrito de Susan, el significado de lo femenino en un mundo cambiante.

Una unión la de ellas que no estuvo exenta de especulaciones, pues jamás la confirmaron expresamente. Ninguna de las dos se refería a la otra como su pareja o amante, lo que llevó a despertar a veces la ira del colectivo LGTBIQ. A pesar de que sus apartamentos respectivos estuvieran en el mismo edificio del barrio de Chelsea, recorrieran el mundo juntas y ambas criaran a la hija de Annie por maternidad subrogada, nunca residieron en la misma vivienda.    

Pero lo cierto es que su vínculo perduró hasta la desaparición de Susan cuya imagen ,mermada por la enfermedad y plasmada en  la fotografía de Annie en esta obra común que testimonia la genialidad de ambas. Fue después de su ida, cuando ya no dudaba al admitir “lo mío con Susan fue una bella historia de amor”.


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Raquel Bada
Con libros cerca del mar. Directora de Bamba Editorial.