Sharon Jones: una vacuna contra la apatía.

Estado de Alarma. El tiempo ha quedado suspendido. Fuera solo caminan los que no pueden quedarse en casa. Desde el confinamiento escribo mientras pienso en esa gente gritando ¡me aburro! en los balcones. El alarido triste de quien no se conoce a sí mismo. En este refugio no impuesto, un limbo elegido, me viene a la mente aquella quimera de Fernández Mallo. La eterna búsqueda del sonido del fin. Siempre encontré cobijo en las canciones, en los libros. Suena Sharon Jones.

Sharon fue mucho más que una vocalista de soul. Encontró en la música una forma de resistencia. Nacida en Georgia, siendo adolescente se trasladaría con su madre a un barrio de Brooklyn de población afroamericana. Era la menor de seis hermanos en una familia desestructurada con una madre huyendo de un maltratador y teniendo que ocuparse de otros cuatro hijos de su hermana fallecida. Su vida no fue fácil. Conoció desde niña y en primera persona lo que sería la discriminación de género y racial además de la desventaja de vivir inmersa en un sistema que la excluía y le daba la espalda.

«Vivía en una comunidad segregada. La parte donde mi madre tenía su casa en Brooklyn era una zona para los negros mientras los blancos vivían en otro lado. Lo nuestro, a diferencia de lo otro, era un complejo de viviendas sociales donde la gente apenas tenía dinero para salir adelante» recuerda en una entrevista al referirse a sus años de adolescencia tras instalarse en Nueva York.

Mujer, negra y pobre. El repertorio de condicionantes sociales perfecto para no soñar. Pero imposible no soñar. Esta funcionaria de prisiones de uno de los peores y más peligrosos centros penitenciarios de EEUU, Rikers Island, la cárcel de los horrores, decidió prescribirse su propia libertad: cantar.  Se inició participando en el coro Góspel de su parroquia para después desarrollar pequeñas colaboraciones y contratos esporádicos con alguna banda. Parecía que todo iba a quedar ahí pero Jones no se conformó. Nunca lo hizo. Y aunque en el documental ‘Miss Sharon Jones’ (Barbara Kopple, 2015) reconoce que nunca se le pasó por la cabeza ser una estrella, al final logró dedicarse en cuerpo y alma a lo que amaba a una edad en la que muchos piensan que ya no está permitido soñar.

«Ser la misma mujer a quien el tío de Sony le dijo que ‘era demasiado gorda, negra, baja y vieja’ y mírame ahora ¿eh?… he adelgazado un poco por la quimio (ríe), tengo cáncer, pero sigo siendo negra y pequeña… no voy a cambiar, sigo midiendo metro y medio pero soy mejor persona que cuando ese hombre me dijo eso… porque me sentí mal, me miraba y veía fealdad…»

Somos aprendizaje. Somos ensayo y error. Pero también somos lo que decidimos no ser. Sharon decidió seguir adelante a pesar de las palabras de aquel tipo triste de mente miope. Y continuó creyendo. Pero si es verdad eso de que los milagros no existen, entonces tendrán que existir las personas. Y es  aquí donde entra en valor la importancia de los ‘personajes secundarios’, de la ayuda mutua, de crear vínculos… La significación de creer incluso en otros sueños, aunque no sean los nuestros.

Por suerte para todos existen ‘personas-milagro’ y proyectos con alma y los de “Daptone Records”, un modesto y sin embargo gran sello ajeno a modas y estereotipos, la acogieron en su casa del soul pese a no ser Rihanna o Beyoncé. La introdujeron en la familia y Sharon Jones grabó en 2002 su primer disco a los 46 años, el primero de siete. La constatación de que prejuicios como el edadismo son un perceptible error que deberíamos acallar o desaprender.

«Solo quiero cantar y que la gente me quiera por mi voz, no por mi aspecto, y que disfrute de mi música. Y parece que eso está ocurriendo.»

 

Tras años cosechando éxitos, su carrera tuvo que detenerse en 2013 cuando la cantante fue diagnosticada de cáncer. Sin embargo la inagotable Jones no tardaría en ponerse de nuevo en marcha tras la primera intervención quirúrgica. Sacaba fuerzas para darlo todo pero reconociendo que el proceso era arduo y difícil. Era pura potencia, incluso durante su tratamiento. Imposible no sentir cuando la ves en alguna grabación agitando toda esa credibilidad encima del escenario. Una vacuna contra la anhedonia.

Pero si es verdad eso de que los milagros no existen, entonces tendrán que existir las personas

 Sharon murió a los 60 años víctima de un cáncer de páncreas contra el que luchó durante más de 3 años. Cuando falleció los de Dap-Kings (su banda y familia artística) pidieron a sus seguidores que en lugar de enviar flores donaran ese dinero a oenegés. Así era Sharon Jones y así son los de Daptone.

«La música soul es para todo el mundo, no es patrimonio de la comunidad negra, lo importante al final es el corazón y el alma de ese sonido, que llegue a todo el mundo que ame la música, sea cual sea su procedencia»

Porque esto no solo va de música soul sino de personas en busca de aquella quimera del sonido del fin. Hay quienes escuchan espejismos, ecos de una falsa ilusión de humanidad. Otros una polifonía de nodos conectados. Algunos solo son ruido. Otros sonido perfecto. Tú decides a qué quieres sonar.

 


 

Por:  Merche García-Jimenez

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