Rosa Bonheur: a la luz del Museo del Prado

Rosa Bonheur

Rosa Bonheur: a la luz del Prado

La obra de la pintora olvidada Rosa Bonheur ve la luz después de 150 años.

El Museo del Prado abrió sus puertas en junio tras el cierre por la pandemia. Para facilitar la visita y bajo el título de “Reencuentro”, reúne temporalmente sus obras maestras, las más importantes y destacadas en una sola planta. Sin embargo, paseando entre ellas, hay algo que brilla por su ausencia: la presencia de mujeres artistas femeninas.

La poca visibilidad de mujeres artistas es un recurrente a lo largo de la historia. En el recorrido original del Museo del Prado solo se podía encontrar diez obras de artistas femeninas expuestas. Además, en los doscientos años de vida del museo, la pintora Clara Peeters, de la cual se encuentran algunas obras expuesta en esta reapertura, fue la primera artista en protagonizar, hace tan solo cuatro años, una exposición sobre una mujer artista en el Prado, siendo la segunda, “Sofonisba Anguissola y Fontana Lavinia. Historia de dos pintoras” inaugurada a finales del año pasado. Clara y Sofonisba son dos de las pocas pintoras que se encuentran entre esas diez obras expuestas de artistas femeninas.

En este nuevo recorrido que el museo nos presenta en su “reencuentro” llama la atención especialmente un cuadro; un retrato de un león, que muestra su faz en primer plano, y que hasta hace poco no se había visto por las salas. En su esquina inferior izquierda se aprecian unas letras grandes pintadas en el lienzo que desvelan su autoría; Rosa Bonheur.

Este cuadro había sido sacado a la luz por primera vez en más de 150 años en “La mirada del otro. Escenarios para la diferencia”. En la exposición, que se realizó con motivo del World Pride Madrid en el museo en el año 2017, se expusieron obras escogidas para visibilizar el movimiento LGTBI como ‘El maricón de la tía Gila de Goya’ o el retrato del león, titulado ‘El Cid’ de Rosa Bonheur.

Nacida en Francia a principios del siglo XIX, Marie Rosalie Bonheur, más conocida como Rosa Bonheur, fue una mujer pintora transgresora que consiguió vivir su vida en un contexto histórico que no le acompañaba.A diferencia de la mayoría de artistas femeninas del XIX que optaron por otro tipo de temática como bodegones, Rosa Bonheur dirigió su arte hacia la naturaleza viva, los animales y lo rural. Comenzó a pintar desde muy pequeña, adoptando la afición de su padre pintor. Desde los inicios su amor por los animales se reflejaba en sus dibujos. Tal fue así que se negaba a aprender otras asignaturas y solo comenzó a leer y escribir cuando su madre le enseñó el alfabeto a través de letras con animales.

Con 14 años, Bonheur ya visitaba museos, observaba las obras de los grandes maestros, las copiaba y gracias a la gran calidad que tenían comenzó a venderlas, teniendo así ingresos desde muy joven y consiguiendo valerse desde el principio como mujer independiente.

La meticulosidad de sus pinturas fue lo que la hizo destacar como pintora de animales en el siglo XIX. El detalle en sus cuadros fue fruto de un estudio minucioso de la anatomía de los animales, para lo que Rosa visitaba encierros, mataderos, ferias de ganado, etc. Si ya resultaba transgresor que una mujer triunfase como artista, más lo era aún asistir a este tipo ferias masculinas. Para acudir más cómodamente a estos eventos la pintora no dudó en pedir a las autoridades lo que llamaban el siglo XIX “Permission de Travestissement” o “Permiso de travestismo”, es decir, un permiso para poder vestir pantalón que se renovaba cada seis meses.

Su padre, miembro de un grupo político que defendía la igualdad entre hombres y mujeres y la abolición de clases, contribuyó a la mentalidad abierta y progresista de Rosa. A pesar de que el contexto de la época no acompañaba a una mujer pintora, Rosa se mostraba tal y como era y actuaba según quería, con su pelo corto, sus cigarrillos y sin esconder su homosexualidad. Dos mujeres fueron las protagonistas de su vida; Nathalia Micas, con quien estableció una amistad a los 12 años y acabó teniendo una relación amorosa que duró hasta la muerte de Nathalie, y la estadounidense Anna Elizabeth Klumpke, quien acompañó a Rosa hasta el final de sus días y quien se convirtió en su heredera.

“A sus doctrinas debo mi gran y gloriosa ambición por el género al que pertenezco con orgullo y cuya independencia defenderé hasta que me muera”

 

Conociendo la historia revolucionaria de Rosa, y la importancia de su figura durante el siglo XIX, no es de extrañar que a raíz de la exposición del Orgullo 2017 surgiera todo un movimiento a través de Twitter bajo el hashtag #Unarosaparaelprado, liderado por Luis Pastor, con el objetivo de que este cuadro formase parte de la colección permanente del museo. El diseñador gráfico visitó el itinerario, quedando sorprendido por el ‘El Cid’, y animó a través de esta red social a que la estancia del cuadro fuera permanente, obra que el marchante de la artista Ernest Gambart donó al Museo del Prado. Esto convertiría a Rosa Bonheur en la primera y única pintura de una mujer expuesta entre las obras del siglo XIX, y la cuarta artista femenina entre las salas del museo junto con Clara Peeters, Sofonisba Anguissola y Artemisia Gentileschi.

En esta lucha por la visibilidad de las mujeres artistas, no faltaron los comentarios sobre el cuadro menospreciando su calidad y catalogándolo como insuficiente para su exposición en el museo. Aun así, el Prado decidió acogerlo de forma permanente, promoviendo un poco más el talento de las mujeres en la pintura a lo largo de la historia. Tanto es así, que en esta ocasión excepcional de reapertura ‘El Cid’ ha sido elegida como una de las obras para formar parte de esta reducida exposición con la que se reinaugura el museo.

A pesar de las críticas que pueda llegar a recibir la obra, resulta indiscutible la necesidad de fomentar la presencia de figuras femeninas de la importancia y calibre de Rosa Bonheur y todo lo que representa su figura en el contexto de su época.


Por Belén Pinilla Baro