Alfonsina Storni: la poeta rebelde y su mar.

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Alfonsina Storni: la poeta rebelde y su mar.

 

Alfonsina Storni, poeta, de rasgos duro y rostro masculino, declarada madre soltera y atea, plasmó en sus poemas sus vivencias más intensas, además de romper las reglas de su tiempo y abrir el camino en Hispanoamérica, tras el modernismo, en la poesía escrita por mujeres.

Soy suave y triste si idolatro, puedo
Bajar el cielo hasta mi mano cuando
El alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallarás más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
Ni se acurruca tanto en un ensueño,
Ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
Un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
Como pájaros vivos, un momento,
Aletear bajo mis dedos blancos»

 

Soy del libro Ocre,1925

El 29 de mayo de 1892 nace Alfonsina Storni, tercera hija de un matrimonio de inmigrantes suizos que se asentaron en Argentina para llevar a cabo un negocio familiar sin ningún éxito. La niña, para escapar y evadirse de los problemas económicos, empieza a interesarse por la lectura, además de aprender italiano, alentada por su madre. Su padre, sin embargo, hombre melancólico y extraño, es despreocupado y alcohólico. Como consecuencia, lleva a la poeta a imaginar, a mentir constantemente, a vivir sin restricciones e, incluso, a robar libros. Afirma de esta época: «trabo y destrabo, el aire se me hace irrespirable; la propia exuberancia de mis mentiras, me salva»

A los diez años, la familia se traslada de San Juan a Rosario, donde su madre empieza otro negocio: regenta un café del que Alfonsina es camarera. Su padre, sumido en la bebida y en el juego, fallece y  empieza a escribir poemas relacionados con el dolor y la muerte. Llega a publicar en una revista, trabaja de costurera y ayuda también en las tareas domésticas.

Cansada de esta situación, se adentra en una compañía teatral como actriz, con la que va de gira. Tras años inquietos, vuelve con su madre, comienza a estudiar, de forma autodidacta, y ejerce como profesora, además de cantar y trabajar en un teatro. Recuerda a sus padres con amargura y dolor, no se siente amada y recae en la figura masculina con resentimiento y dolor. La tristeza oculta, signo de la resignación femenina, se vierte en la imagen de su madre. De ellos escribe:

Se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos cantaba bajo el cielo»

De mi padre se cuenta, del libro Ocre,1925

«De mi casa materna… Ah, bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura y en la sombra lloró»

 

o en Languidez ,1920 :

 

«yo aprendí temprano la ciencia de llorar»

Más tarde, comienza otra vida. Se proclama madre soltera – no por casualidad su nombre etimológico significa «dispuesta a todo» – y, así, se instala en Buenos Aires con pocos recursos, con tan solo veinte años y un hijo recién nacido. «Yo soy como la loba. Ando sola, me río del rebaño. Mi hijo y después yo, y después…¡lo que sea!» La loba de La inquietud del rosal,1916

Alfonsina Storni, consigue trabajo de redacción y empieza a colaborar con revistas. Alfonsina inicia su obra con La inquitud del rosal (1916) expresando sus deseos y su condición femenina, con influencias del modernismo tardío. A pesar de no ser muy aceptado por la crítica, este libro la empujó a moverse en círculos literarios, participar en tertulias y relacionarse con poetas y escritores. De esta manera, escribe extensamente y se dedica al periodismo, aunque su vocación no le da para vivir, no deja atrás su voz poética.

Su labor como docente no cesa y consigue una cátedra en un colegio donde imparte clases. A los veintiséis años crea El dulce daño y se vincula también con movimientos feministas emergentes. Sus artículos empiezan a causar revuelo por su apología del divorcio, educación igualitaria y los derechos civiles de la mujer. En 1919, conoce a Horacio Quiroga, ensayista, poeta y dramaturgo uruguayo, con quien entabla una relación amorosa y con el que mantendrá una gran amistad aún cuando su noviazgo termina. Viajan asiduamente a Uruguay y también es invitada por la universidad del país para dar una conferencia sobre la poeta modernista uruguaya Delmira Agustini, quien influye en sus creaciones y a la que dedica Palabras a Delmira

 

[…] Pero sobre tu pecho,para siempre deshecho,

comprensivo vigila todavía, mi pecho,

y, si ofendida lloras por tus cuencas abiertas

tus lágrimas heladas, con tan mano liviana

que más que mano amiga parece mano hermana

te enjugo dulcemente las tristes cuencas muertas.

 

Ocre,1925

Varios escritores y amigos la describen como «joven orgullosa y alegre de conversación audaz y sarcástica, de carácter singular, nervioso». Con un premio de Poesía y un segundo Premio Nacional de Literatura, se embarca en un nuevo camino gracias a Ocre (1925) donde abre una nueva etapa de su biografía. Alcanza con esta obra su madurez, desvinculándose, de esta manera, del modernismo. Obra llena de versos blancos (verso sin rima y métrica irregular) y tintes vanguardistas, pone la mirada en su mundo: el amor, o más bien, su búsqueda incesante, así como la soledad y la neurosis.

Le seguiría Poemas de amor (1926), considerada su obra más intensa donde explora la pasión amorosa desde el dolor y la locura. Storni juega con el lenguaje y la hipérbole, escrita en presente de indicativo y dividida en cuatro momentos: ensueño, plenitud, agonía y noche. De notable valor, identifica su yo lírico  haciendo un símil de una mujer cuyo corazón «es como un dios sin lengua», ha amado mucho pero todo amor fue menguando.

Estoy en ti. Me llevas y me gastas.

 En cuanto miras, en cuanto tocas, vas dejando algo de mí.

Porque yo me siento morir como una vena que se desangra

«De tu ser mortal extraigo, ahora, ya distantes, el fantasma aeriforme que mira con tus ojos y acaricia con tus manos, pero que no te pertenece. Es mío, totalmente mío. Me encierro con él en mi cuarto y cuando nadie, ni yo misma, oye, y cuando nadie, ni yo misma, ve, y cuando nadie, ni yo misma, lo sabe, tomo el fantasma entre mis brazos y con el antiguo modo de péndulo, largo, grave y solemne, mezo el vacío…»

A partir de 1926, Alfonsina Storni estrecha relación con Gabriela Mistral y comienza su labor teatral, que resulta un fracaso del que le fue difícil recuperarse. Escribe relatos autobiográficos, en los que el deseo femenino y las relaciones extramatrimoniales están presentes, abriendo un nuevo género, alejado de la poesía. Atraviesa apuros, nervios y cierto desequilibrio emocional, sin embargo, hace frente a ellos mudándose, haciendo varios viajes a Madrid donde da conferencias y cursos en la Residencia de Señoritas. Entabla amistad con varios escritores, al igual que viaja junto a su hijo por Europa y colabora en revistas. Pasan ocho años cuando vuelve a publicar Mundo de siete pozos (1934) y su último libro Mascarilla y trébol, aunque nunca dejaría de escribir.

Se le diagnostica cáncer de mama y es a partir de ese momento que su carácter cambiaría. Reacia a visitas, sus últimos textos y cartas dedicadas su hijo y amigos se llenaron de imágenes amenazadoras, al igual que poéticas, evocando al mar. En octubre de 1938, a los cuarenta y seis años de edad, se suicida en el Mar de la Plata, ahogándose. De su último poema de despedida, Voy a dormir, el escritor, historiador y músico Félix Luna compuso una zamba titulada Alfonsina y el mar que Mercedes Sosa popularizó.

La obra de Alfonsina Storni, prolífica y singular, que abarca desde artículos periodísticos, poemas y obras de teatro, se encuentra dividida en dos etapas. En la primera, caracterizada por la poesía del amor, abundan las formas neoclásicas y modernistas, acompañada por la presencia de sus referentes, Delmira Agustini, Amado Nervo o Ruben Darío. En esta etapa se descubre su gran erotismo, sensualidad y cierto rencor contra el hombre. Más tarde, evolucionaría adquiriendo una voz propia, «tardoromántica», una voz que rompió las reglas debido a su manifestación pasional del amor, en el que el ego se ahoga y las emociones se entremezclan. También es una poeta de la muerte. Abandona el erotismo para centrarse en su sensibilidad y en el amor de forma más directa y abstracta. El deseo, siempre manifiesto en sus poemas, la llevó al fracaso en la búsqueda amorosa, que se convierte en tema constante. El propio conflicto que mantiene consigo misma y su enfermedad se plasma en sus versos como reflejos de dolor y del anhelo de la muerte. Ese deseo, al igual que el de Safo, descansó en el mar.

En el fondo del mar hay una casa de cristal

A una avenida de madréporas da

Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar

Me trae un rojo ramo de flores de coral

Duerme en una cama un poco más azul que el mar

Un pulpo que me hace guiños a través del cristal

En el bosque verde que me circunda -din dan, din dan…

Se balancean y cantan las sirenas de nácar verde mar

Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo,

las erizadas puntas del mar

 

Yo en el fondo del mar del libro Mundo de siete pozos,1934

 


 

Por |Ana Sanz