Hipatia de Alejandría: así vivío la primera mujer científica de la historia.
En una época en la que las mujeres tenían limitado el acceso al conocimiento, el matemático griego Teón de Alejandría desplegó su influencia como sabio varón para abrir camino a la vocación de su hija Hipatia, una niña que desde su infancia demostró su interés por la ciencia y que se enfrentó a las dificultades de una época en la que el avance de la creencia católica incrementaba la cifra de adeptos y azotaba al paganismo con solidez y fuerza.
Esa misma rigidez fue, en cambio, el camino que marcaría el cruel destino de Hipatia. Las matemáticas, la filosofía y la astronomía fueron los pilares sobre los que la hija de Teón decidió basar su existencia. Estudió en el Museo de Alejandría, una institución fundada por Ptolomeo, sucesor de Alejandro Magno, en la que consiguió entrar también como docente de lecciones platónicas y estamentos aristotélicos.Curiosa incansable, amante de la sabiduría e impertinente incesable, su capacidad innata por ampliar su conocimiento la convirtió en un símbolo del saber científico en una época en la que el castigo era el rumbo de quienes rechazaran la doctrina cristiana.
“Conserva el derecho a reflexionar porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”
En el seno de este contexto y no sin librarse de la persecución, dio la espalda a las críticas, se opuso a obedecer las pautas de conducta consideradas adecuadas y refutó las disciplinas manteniendo el estudio sobre un amplio número de enigmas que rodeaban al mundo. La búsqueda de una solución que despejara los interrogantes fue siempre su prioridad hasta llegar incluso a indagar en cuestiones astronómicas para ampliar el horizonte de su inteligencia que basó, en este campo astrológico, en el movimiento del universo hasta ser la primera mujer en proponer públicamente una solución para el comportamiento errático de los planetas. En este campo, además, también destacó por ayudar a la mejora del diseño de los astrolabios y por inventar el densímetro.
Hipatia, que es reconocida en mayor proporción por su versión romántica de la existencia, sus experiencias personales y una trágica muerte que en lugar de por sus innovadores logros científicos, es de las pocas mujeres que han conseguido trasladar su existencia a la historia de la cultura y optar de una consideración que ha cautivado a grandes autores de novelas e incluso al sector cinematográfico.
“El que influye en el pensamiento de su tiempo, influye en todos los momentos que le siguen. Deja su opinión para la eternidad”
Su nombre, que designa en griego al adjetivo excepcional, hace honor a una labor científica que nunca cesó en continuar aprendiendo y descubriendo métodos en un sector dominado por hombres. Hipatia vivió en una época clave para los historiadores, convirtiéndose en la primera mujer que destaca en el mundo de la ciencia y la astronomía-se data parte de su trabajo sobre las órbitas elípticas en el siglo XVI, antes que el de Johannes Kepler- y, en la última científica pagana del mundo antiguo.
Mártir de la ciencia para los filósofos e icono de mujer liberada de movimientos sociales por ser pionera como mujer matemática que ejerció su vocación hasta sus últimos días, en los que fue asesinada por resistir al cristianismo en Egipto. La historia de Hipatia se alimenta de mitos que giran desde la incertidumbre de la fecha de su nacimiento, alrededor del año 360 d.c., hasta su renuncia al amor o la ausencia de documentos que justifiquen su trabajo.
Desde producciones como ‘Ágora’ de Alejandro Amenábar hasta cientos de obras literarias recogen la vida de Hipatia de Alejandría. Una mujer que inauguró la historia de una lista sucesora de mujeres que se dedicaron a la ciencia, sector que las condenó a enfrentarse a las dificultades impuestas de una sociedad viril que rechazaba cualquier inclusión de la mujer y atacaba, primero con brutalidad y después con indiferencia, su presencia.