Lola Prusac: mucho más que el alma de Hermès.

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La historia ha sido construida por mujeres relegadas al olvido; y el mundo de la moda –aunque no parezca- tampoco es la excepción: Leontina Prusak nació en Łódź, Polonia en 1895. Más tarde cambiaría su nombre a Lola Prusac y así sería conocida a lo largo de su carrera como diseñadora y modista.

Su infancia y juventud temprana contaron con una fuerte influencia de las labores que desempeñaba su padre en una fábrica de tejido industrial. Sobre el nivel socioeconómico en el que creció se ha especulado bastante, hay versiones que definen a su familia como personas trabajadoras y de clase media-baja. Por el contrario, en varios artículos (blogs de moda polaca) comentan que su origen es mucho más ostentoso de lo pensado; argumentando que su padre no era un simple tejedor sino el mismísimo dueño de varias fábricas en Łódź.

A pesar de ello, la familia Prusak no fue inmune a la desaceleración económica en esta ciudad –la guerra, entre una de sus causas- lo que llevó a Lola y sus hermanas a mudarse a Paris.

Montparnasse era el corazón bohemio de Paris: Allí se instalaría la hermana de Lola. Aquella abrió una librería de arte, lo que terminó por acercar a la diseñadora a artistas tan prolijos como Modigliani y Colette. Su vida en la ciudad fue muy fructífera desde su llegada, estudió en la Sorbona y en la Ecole du Louvre.

En 1925 contraería matrimonio con un profesor y simultáneamente con una casa de moda que representaría gran parte de su vida: Hermès, donde permaneció hasta 1935. Durante los diez años que estuvo allí cultivó bastantes éxitos, por lo que muchos la han definido como “El alma de Hermès”.  Sin embargo, es vital ver a Lola más allá de su labor bajo el mando de aquel diseñador; también es un llamado a dejar de entender a las mujeres en relación con otros hombres o incluso en función de su trabajo.

Entre sus contribuciones más icónicas se encuentra la línea de bolsos, lanzada en los años 30, inspirada en la obra de Piet Mondrian –a quien conocía por ser un asistente frecuente a la librería de su hermana-. Con esto, Lola logró utilizar la moda como un vehículo para “democratizar” el arte en la cultura popular. Esta forma de inspiración proveniente del arte plástico marcaría una clara tendencia que sería copiada con posterioridad por Yves Saint Laurent.

En 1937 diseñó la marca registrada de bolsos – Sac à dépêches: Bolsos con correas de cuero y un cierre de metal. Este artículo se volvió sumamente popular cuando se fotografió a Grace Kelly portándolo, en 1956; razón por la cual se le rebautizó como ‘Bolso Kelly’.

Al separarse de Hermès, después de 10 años de trabajo y éxitos, decidió abrir su propia casa de moda, ubicada en el 93 de Faubourg Saint-Honoré y en 1948, abrió una joyería también a su cargo. Su trabajo fue famoso entre las princesas de Mónaco y estrellas como Brigitte Bardot e Ingrid Bergman.

En 1962 Le Monde dedicó un artículo a su trabajo, en el cual se menciona como sus diseños jamás se encontraron bajo la dominación de lo estandarizado. El marcado uso de colores inusuales, metales preciosos y telas diversas lograron que sus creaciones no se tornaran monótonas. Siempre fue una revelación en medio de una industria que empezaba a tender hacia lo uniforme.

Lola falleció en 1965 pero su legado sigue siendo conservado por la casa de moda que ella creó. Prusac debería ser recordada porque su aporte al mundo de la moda fue invaluable, sus diseños revolucionarios, más allá del Birkin, no solo reforzaron el vínculo inseparable entre el arte y la moda, sino que, además en una sociedad donde se exigía elegancia y estándares específicos sobre la forma de vestir de las mujeres, ella decidió dar un paso al costado y crear ropa cómoda que satisficiera más que simples cánones visuales.

 


 

Valentina Hernández

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