La Rosalía (de Castro): Cantares de una poeta romántica.

Rosalia de castro

«nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.»

Saudade es una palabra gallego-portuguesa para definir aquella mezcla de melancolía y nostalgia que se siente al desear lo que es lejano, la añoranza y el anhelo de un ser más que de un estar. Para Rosalía de Castro, la poeta gallega más importante de España, es algo que está muy presente en su obra, sobre todo en su poemario más famoso Follas Novas. Poemas como «Negra Sombra» reflejan su oscura visión de la vida, así como la soledad, el dolor de la mujer ante la emigración y la pérdida de la propia tierra que también pueden leerse en As viúdas dos vivos e as viúdas dos mortos o en A xustiza pola man.

Su obra, situada en el Romanticismo, movimiento del siglo XIX ligado a la exaltación de nacionalismos reivindica la identidad y la lengua gallega a través del Rexurdimiento galego así como la profunda preocupación por la libertad social, la condición humana y un lamento existencial y gris en el que predomina el subjetivismo y la exaltación de los sentimientos, temas recurrentes en este periodo. Por todo ello se la compara con Bécquer, también precursor de la poesía contemporánea.

Dialoga con su tiempo, bien a través de los autores que la influyeron y entraron en su obra como Goethe, Poe o Heine; bien por la relación que tiene con su entorno y con el paisaje como se ejemplifica en Cantares gallegos, libro que marcó un antes y un después en la literatura española. Actualmente se conmemora el Día de las Letras Gallegas, precisamente el día que Rosalía publicó sus Cantares gallegos. En él desarrolla poemas costumbristas de carácter social reflejando la situación del ambiente rural, la añoranza de la patria, y el vivir de los pueblos.

En Flavio, su segunda novela de tintes psicológicos y románticos, vuelca en el personaje de Mara todas sus preocupaciones presentándonos a una mujer que calificaríamos hoy en día de feminista, que se revela y prefiere vivir en soledad antes que doblegarse ante una sociedad patriarcal.

De padres desconocidos (fue registrada así por ser hija ilegítima de un sacerdote), la infancia de Rosalía estuvo marcada por el cuidado de su madre y su tía materna Teresa, nombre que más tarde utilizaría para la protagonista de su primera novela La hija del mar, donde simboliza la muerte como una llamada del mar, un murmullo constante que le reclama y le tienta. No sabemos si cursó  estudios pero en su juventud participó en círculos culturales e intelectuales compartiendo inquietudes con los jóvenes progresistas de Santiago y allí conoció a varios escritores, entre ellos, quien sería su marido, Manuel Murguia, aunque tampoco se puede clarificar si fue en su propia tierra o en Madrid. Viajó a la capital, donde se casó y publicó su poemario La flor que obtuvo muy buenas valoraciones.

Su condición estigmatizada de niña criada por una madre soltera fue drámatica y angustiosa y por eso, siente una conexión especial con los niños huérfanos carentes de fuertes lazos familiares. Hay un vacío en su concepción del amor que le lleva a la incomprensión y a la desilusión. Además padecía una salud frágil y en su producción literaria se intuye cierta vergüenza y soledad, aquella «negra sombra» símbolo que aún sigue siendo un misterio oscuro, constante en su poesía y elemento esencial del romanticismo que la persiguió durante toda su vida.

También vivió una vida llena de inestabilidad económica, su marido Murguia le alentaba a escribir y publicar pero, como mujer, tenía que dedicarse a las tareas del hogar. Él, por motivos laborales, pasaba largas temporadas en Madrid, por lo que no le acompañó en el cuidado de sus numerosos hijos y tampoco en la pérdida del sexto. Episodio profundamente doloroso que dejó a la poeta una huella imborrable. Tardó en recuperarse y tuvieron que pasar cuatro años antes de que volviera a publicar el que es su mejor poemario Follas Novas en 1880.

Reúne en éste libro, con grandes influencias del escritor alemán Heine, desestructurado y divido en cinco partes con una métrica diferente, su voz poética más intimista y singular. Ahonda en sus pesares y en la melancolía que siempre la habitó y, ligado a esto, encontramos un profundo pesimismo y oscuridad que rige el destino del hombre, obligado a vivir rodeado de dolor y sufrimiento. En la poesía de Rosalía, no hay salvación para este, solo una angustia que descansa en la muerte, solo una sombra que acecha a la escritora, a la que canta envuelta en el saudade y la amargura.

Publicó En las orillas del Sar un año antes de su muerte, un compendio de poemas en castellano. A causa de su salud endeble, murió en 1885 a causa de un cáncer uterino. Sus últimas palabras fueron «abrid las ventanas, quiero ver el mar» aunque desde su casa de Padrón fuera imposible verlo.  Por fin se sumergía en la muerte que tanto había deseado.

 


 

Por: Ana Sanz