Las chicas del radio

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El radio, es un elemento químico radioactivo descubierto por Marie y Pierre Curie en 1898. En 1902, el matrimonio de científicos había presentado el elemento a la comunidad y facilitaba algunas muestras de sales de radio a otros investigadores. Fue así como Willian J.Hammer (1858-1934) descubrió el radio y comenzó a investigar en sus posibles aplicaciones.

A principios del siglo XX, en la década de 1920, el radio se había convertido en un elemento de reclamo comercial. Aquella sustancia, que emitía calor y un brillo mágico y enigmático, era presentada como una fuente de energía útil para la salud. Se generó en torno al radio una fama de sustancia milagrosa que se añadía en la elaboración de pastas dentífricas, leches infantiles, cremas y maquillajes, etc. O al menos, eso se creía, porque por fortuna, el elemento era tan caro que en verdad no se incluía para la elaboración de aquellos productos.

LA PINTURA LUMINISCENTE

W.J.Hammer combinó las sales de radio con pegamento y sulfuro de zinc. El sulfuro de zinc tiene propiedades fotoluminiscentes, que en simbiosis con la energía liberada por el radio, dada su radioactividad, supuso como resultado una pintura que relucía por la noche, permitiendo su visión.

En plena Guerra Mundial, hacía el 1917, EE.UU y su Ejército estaba volcado en la investigación militar, como cabe imaginar, buscando cualquier mínima ventaja sobre la capacidad enemiga. La U.S. Radium Corporation, en acuerdo con Hammer, comenzó a producir la pintura luminiscente bajo el nombre comercial Undark, iniciando así la producción masiva de material militar, como relojes y otros instrumentos de medición, con numeración luminiscente, de forma que podían ser consultados de noche, y proporcionaban una jugosa ventaja en tiempos de guerra. El producto llegó también a la población común poco después, disparándose la demanda.

Es importante recordar que, durante las grandes guerras del siglo XX, si bien para la mayoría de los hombres estaba reservado el terrible destino del frente bélico, sobre las mujeres recaía el peso de todo tipo de industrias, además de su trabajo de cuidados cotidiano.

LAS TRABAJADORAS DEL RADIO

Por regla general, el salario industrial de la mujer estaba claramente por debajo del de los hombres. Sin embargo el trabajo para Undark se encontraba bien remunerado, lo cual rápidamente generó interés en las trabajadoras. Cerca de cuatro mil mujeres jóvenes fueron reclutadas, principalmente por la US Radium Corporation, para realizar las tareas de fabricación de los fascinantes relojes en Nueva Jersey e Illinois.

Undark publicaba y promocionaba la seguridad de sus productos, a pesar de la sustancia radioactiva, asegurando una concentración de la sustancia tan baja que resultaba inofensiva. Así lo comunicaba y aseguraba también a sus trabajadoras de la fábrica, aunque ellas estuvieran sometidas a cantidades peligrosas. Las mujeres trabajaban directamente con el radio. Por ejemplo, al repasar los números de los relojes con la pintura luminiscente, se requería tal precisión que fueron instruidas y animadas a “chupar” la punta del pincel, para afilarla adecuadamente y conseguir dicha precisión. Las trabajadoras confeccionaban más de 200 relojes al día, introduciendo en su cuerpo, de forma oral, pequeñas cantidades diarias de radio, o mejor dicho, de veneno radiactivo. Tal era su confianza en el carácter inocuo de la sustancia que a veces jugaban con la pintura: decoraban las uñas, algunas prendas de ropa, se pintaban los dientes e incluso la piel.

Resulta llamativo que, mientras las mujeres trabajaban en contacto directo con la sustancia, los trabajadores, hombres, que sintetizaban la pintura en otras plantas de la industria Undark, lo hacían protegidos con guantes, pinzas, mascarillas y pantallas de plomo. ¿Discriminación de género? ¿Dónde?

Habrá a quién le sorprenda la ingenuidad y confiablidad de las trabajadoras del radio. En ese caso, primero estaría cayendo en el error de responsabilizar a las víctimas de una situación negligente o delictiva. En segundo lugar, cabe recordar que por aquel entonces el radio era promocionado como un elemento saludable, lo cual invita, en principio y a pesar de las diferencias con otros trabajadores, a no sospechar. Si actualmente, en nuestro trabajo, se nos pidiera realizar X tarea, lo más probable es que la realizáramos directamente. Después, si algo nos parece sospechoso investigaríamos las acciones, repercusiones o condiciones en las que debiéramos realizar dicha tarea. Si pasamos unos meses no ocurre nada, o tenemos síntomas leves que se confunden con lo cotidiano (por ejemplo, cansancio recurrente), es probable que nuestra preocupación se disipe y simplemente sigamos con la rutina. Ahora, si pasados un par de años nos sale un boquete en el hueso de la mandíbula y una úlcera en el labio, a otra compañera se le caen los dientes, y una tercera fallece a causa de un cáncer fulminante de estómago, pues bueno, entonces parece lógico sospechar que algo dañino está pasando…

En aquella feliz neglicencia, las Radium Girls pasaron años hasta que en 1922 aparecieron los primeros casos de osteosarcoma entre las empleadas. El cáncer, localizado en las mandíbulas, producía fracturas óseas extremas e incluso necrosis. Los dentistas estaban fascinados con aquellos casos. Cobraban también importancia clínica los casos de anemia, síntoma propio del envenenamiento radioactivo. Otros síntomas que sufrieron las empleadas fueron: hemorragias nasales y bucales, quemaduras y úlceras en las zonas de contacto, pérdida de cabello, debilidad y fatiga extrema y desmayos.

La U.S. Radium Corporation tuvo conocimiento de los casos, y desde luego, sabía de los efectos nocivos de la exposición continuada al radio (protegía a sus trabajadores hombres), pero no tomó ningún tipo medida para las jóvenes trabajadoras, ni siquiera informativa, para prevenir nuevas intoxicaciones.

UNA TRAVESÍA JUDICIAL

A mediados de la década de 1920, varías mujeres habían fallecido y algunas obreras supervivientes decidieron agruparse para demandar a la empresa. Ellas eran: Edna Hussman, Grace Fryer, Katherine Schaub y Quinta y Albina McDonald, hermanas de una tercera, Amelia, previamente fallecida. Amelia trabajó durante 4 años para Undark. Se quejaba de cansancio constante y dolor articulatorio, pérdida acelerada de peso, sangrado bucal y pequeñas úlceras. Amelia murió en septiembre de 1923, días antes de su veinticinco cumpleaños.

Fue Grace Fryer la primera en intentar un reclamo legal a Undark por lo que estaba ocurriendo. Tras una búsqueda de dos años consiguió encontrar un abogado que se atreviera a llevar el caso, presentando la demanda en 1927. A Grace se unieron entonces las otras cuatro compañeras, que ya presentaban diversos y preocupantes síntomas. Las chicas, sentenciadas a una muerte lenta y dolorosa, no buscaban obtener una jugosa indemnización, sino que se empezaran a establecer medidas de seguridad y nuevas leyes, justas, que protegieran a los trabajadores frente a las empresas.

El proceso judicial se prolongó durante años, ganando eco mediático en EE.UU y también en Europa, donde llegó a oídos de la propia Marie Curie. El caso puso en jaque al sistema legal estadounidense, involucrando a la Corte Suprema. La marca Undark, en su intento de eludir responsabilidades y evitar la culpa, emitió informes falsificados, sobornó el diagnóstico de médicos e incluso señaló a las trabajadoras como enfermas de sífilis para justificar sus síntomas y ensuciar su imagen pública (La sífilis es una enfermedad bacteriana transmitida por contacto sexual). Conforme se prolongaba el proceso, las demandantes, envenenadas por radioactividad, se encontraban cada vez más débiles, con síntomas y complicaciones médicas de pronóstico grave.

En la primavera de 1938, la justicia falló a favor de las mujeres. La US Radium Corporation, y Undark, apeló hasta ocho veces la sentencia, llevando el caso hasta la intervención de la Corte Suprema, y no fue hasta el 23 de octubre de 1939 cuando la corte ratificó definitivamente el fallo, sin aceptar nuevas apelaciones. La resolución obligaba finalmente a la empresa a pagar. La indemnización, lejos de millonaria, sirvió para cubrir los cuidados médicos, paliativos, y gastos de entierro de las chicas, pues todas fallecieron a finales de la década.

REPERCUSIÓN EN LOS DERECHOS LABORALES

Con su reclamo y persistencia, las cinco mujeres que trascendieron a la historia como Radium Girls, más heroínas que mártires, produjeron un gran impacto en las leyes de derecho laboral en Estados Unidos y en la legislación de seguridad industrial (solo desarrollada hasta entonces en el ámbito de la minería). Provocaron que las empresas comenzaran a establecer procedimientos de seguridad básicos, tanto para la manipulación del radio, como en otras industrias. Y también se establecieron sistemas de compensación para trabajadoras y trabajadores que, a lo largo de su vida laboral, desarrollaran daño ocupacional.

A pesar del impulso, no fue hasta 1949 cuando en el Congreso de EEUU se aprobó un proyecto de Ley que convertía en indemnizables una gran cantidad de enfermedades surgidas en el ámbito laboral, ampliando también los plazos de reclamo, por si fueran de aparición tardía, como era el caso de los efectos graves por radiación.

Por curiosidad, la pintura luminiscente radioactiva continuó siendo fabricada y comercializada hasta los años 60. Seguramente en algún momento de tu vida has sido poseedor/a de un reloj con número luminosos. Pero tranquila/o, en la actualidad, la sustancia luminiscente de los relojes es pintura de tritio y fósforo. Esta vez, de verdad, es inocua.